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SEGUNDO SEMESTRE 2025 NÚMERO 40 |
ISSN: 1659-2069 |
A 30 años de Beijing: retos
y oportunidades
Flavia
Freidenberg Andrés*
https://doi.org/10.35242/RDE_2025_40_2
Nota del Consejo Editorial
Recepción: 22 de mayo de 2025.
Revisión, corrección y aprobación: 10 de junio de
2025.
Resumen: Análisis de los avances
y logros de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en 1995 en
Beijing y organizada por la Organización de las Naciones Unidas, la cual
representó un avance clave de los derechos de las mujeres. Sin embargo,
actualmente en la práctica la evidencia indica que no se ha podido cumplir con
ninguno de los indicadores del objetivo 5 de desarrollo sostenible sobre
igualdad de género, según el informe de Naciones Unidas de 2024.
Palabras clave: Derechos de las mujeres / Derechos humanos / Género
/ Igualdad / Acuerdos internacionales.
Abstract: Analysis of the progress and
achievements of the Fourth World Conference on Women, held in 1995 in Beijing
and organized by the United Nations, which represented a key advance in women's
rights. However, in practice the evidence indicates that none of the indicators
of Sustainable Development Goal 5 on gender equality have been met, according
to the 2024 United Nations report.
Key Words: Women’s rights / Human Rights / Gender / Parity / International agreements.
1.
Introducción
Treinta años después de la
Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing (1995), nos
encontramos en un momento crucial para reflexionar sobre los avances logrados y
los desafíos que aún enfrentamos. Este aniversario nos invita no solo a
celebrar los logros, sino también a recordar que ningún derecho está grabado en
piedra y que, así como se avanza, también se puede retroceder. Me da mucho
gusto estar hoy aquí, en esta jornada, en la casa de todas y todos los
costarricenses, para recordar aquel momento clave en la construcción de la
ciudadanía de las mujeres.
Beijing ha sido tan importante
porque supuso un avance clave en los derechos de las mujeres, tanto material
como simbólicamente. En estos tiempos de presiones que buscan hacer retroceder
lo conquistado en materia de derechos e igualdad, resulta fundamental recordar
lo que somos capaces de hacer cuando pensamos y construimos de manera conjunta.
La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer representó un momento histórico
donde personas muy diversas consiguieron ponerse de acuerdo en torno a ideas
básicas sobre los derechos humanos de las mujeres. Ese momento se tradujo en
programas, políticas y narrativas respecto a cómo avanzar en los derechos de
las mujeres.
La
gran conclusión de Beijing, retomada de las palabras de Hillary Clinton (1995),
es que los derechos de las mujeres son derechos humanos. A pesar de esto,
persisten las resistencias y las desigualdades que se manifiestan en múltiples
agendas: en los valores, en los prejuicios, en los sistemas de creencias que
hacen que grupos en situación sistemática de exclusión no puedan romper esos
techos y esas barreras.
La
evaluación actual evidencia que, a pesar de los esfuerzos, en la práctica no se
ha podido cumplir ninguno de los indicadores del objetivo 5 de desarrollo sostenible
sobre igualdad de género, según el informe de Naciones Unidas de 2024. La
experiencia muestra que continúan las resistencias, los techos de cristal, los
techos de cemento, los techos de billetes, las coberturas sexistas de los
medios de comunicación, las técnicas de dominación que afectan el autoestima de
los grupos desfavorecidos y, sobre todo, las múltiples violencias.
2.
El
contexto de Beijing y sus logros fundamentales
Los
números que evidencian el cambio: Cuando
ocurrió Beijing en 1995, solo 11 mujeres eran jefas de Gobierno o Estado en
todo el mundo; hoy esa cifra oscila entre 26 y 28. En América Latina, la
representación descriptiva de las mujeres a nivel legislativo era en ese
momento del 9% mientras que, actualmente, alcanza el 35,8% según los datos de
la Unión Interparlamentaria (IPU) (2025).
Estos datos no son casualidad.
América Latina ha sido un estupendo laboratorio para la implementación de
políticas públicas que buscaban mejorar la participación y la
representación política de las mujeres. La región tiene mucho que enseñarle al
mundo sobre cómo romper las barreras en participación y representación que la
limitan. Los países de otros continentes deberían observar cómo las
latinoamericanas han podido avanzar en las últimas décadas, particularmente,
cómo es posible, desde lo institucional, desde la cooperación y el trabajo
colaborativo, romper los techos que dificultan o ralentizan los avances.
Los
datos del Proyecto de Variedades de la Democracia [V-Dem],
de la Universidad de Gotemburgo, específicamente, el índice de
empoderamiento de las mujeres creado por Pamela Paxton y otros (2017),
muestra una tendencia global de un mayor empoderamiento. Este índice integra
diferentes componentes relacionados con el reconocimiento de los
derechos y de la capacidad de las mujeres de movilizarse por esos derechos. En
el caso de Costa Rica, comparado con Centroamérica, se observa en la figura 1
una diferencia interregional importante en el nivel de empoderamiento.
Figura
1
Nivel de empoderamiento de las mujeres en América
Latina (VDEM)
Nota. Elaborado a partir de V-Dem.
Transformaciones
concretas desde 1995: Los avances han sido
significativos y medibles. Desde 1995, la proporción de mujeres en los parlamentos
se ha duplicado, las tasas de matrimonio infantil han disminuido, más mujeres
tienen acceso a licencias de maternidad y ayudas para la manutención infantil.
Las prestaciones por desempleo y los planes de pensiones se incrementaron para
las mujeres, y la proporción de mujeres que utilizan internet aumentó un 50%,
según datos de Naciones Unidas. La educación de las niñas se equiparó a la de
los niños en la mayoría de los países y la cobertura de planificación familiar
de las jóvenes aumentó mucho más rápido que nunca.
Un
dato particularmente revelador: en todos estos años se aprobaron 1531 reformas
legislativas sobre igualdad de género. Los países que tienen leyes contra la
violencia doméstica redujeron los casos de violencia, según los datos de ONU
Mujeres. Se han impulsado políticas, se han realizado mejores diagnósticos, se
ha colaborado en la evaluación de las mejores políticas para la superación de
los obstáculos que enfrentan las mujeres. La investigación demuestra que existe
una correlación positiva entre un marco normativo robusto y la reducción de
violencias, a pesar de que los Estados aún tienen dificultades para implementar
modelos de justicia de manera igualitaria y equitativa.
El poder simbólico de la representación: Cuando
el mundo llegó a 1995, la imagen de la política y de la sociedad era de
profunda desigualdad. El problema no radica en que haya hombres sentados en una
mesa de decisión, sino en el mensaje simbólico y en la ausencia de múltiples
perspectivas en la discusión pública cuando las mujeres están ausentes de esas
mesas de discusión. Como sostiene la Declaración de Beijing: "La igualdad
entre hombres y mujeres no es solo un derecho humano básico, sino una necesidad
práctica para la erradicación de la pobreza y la construcción de un mundo más
pacífico y sostenible" (1995, p. 18).
3.
Los
aprendizajes clave: qué funciona y por qué
El
poder de las reglas institucionales: Una de las
lecciones más importantes de estos 30 años es que el derecho internacional
público funciona como una herramienta de cambio social. Beijing representa
un punto clave en el camino de esta idea poderosa de utilizar el derecho
público internacional como una herramienta para transformar la vida de las
mujeres y hacer que sus derechos sean considerados en igualdad de condiciones
que los de los hombres. La plataforma y la declaración tienen muchas áreas de
acción; suponen leyes, programas y estrategias para impulsar cambios. Son una
buena hoja de ruta. También todos esos instrumentos suponen un cambio de
paradigma desde la idea de mujeres beneficiarias hacia mujeres titulares de
derechos.
El régimen
electoral de género como motor para el cambio: La
literatura comparada enseña que cuanto más fuerte sean las reglas de juego que
establecen el modo en que se integran las candidaturas -lo que se denomina
“régimen electoral de género”-, mayor será la representación descriptiva de las
mujeres. Diversas investigaciones comparadas evidencian un coeficiente de
asociación de 0,80 entre el nivel de fortaleza del régimen electoral de género
y la representación política de las mujeres. Esta relación se ha comprobado a
nivel nacional, local, internacional y subnacional, utilizando modelos
estadísticos sofisticados que incluyen variables socioeconómicas y
socioculturales.
El diseño más efectivo es
aquel que exige el 50% de mujeres en las candidaturas (paridad vertical); con
mandato de posición con alternancia en cremallera; con exigencia de paridad en
los encabezamientos de las listas (paridad transversal) y ubicando a las
mujeres en los puestos donde los partidos tienen más posibilidades de ganar
(principio de competitividad). Este diseño mejora su implementación cuando no
existe ninguna posibilidad legal de que los partidos incumplan la ley y no
puedan registrar candidaturas si no cumplen con la norma.
Sin embargo, las reglas por sí
solas no mejoran la representación política. Leyes similares pueden generar
resultados diferentes. Hoy sabemos que las leyes funcionan mejor bajo ciertas
condiciones: reglas claras y explícitas respecto a lo que se les exige a los
partidos; un sistema electoral favorable con representación proporcional,
distritos grandes y medianos, lista cerrada y bloqueada; mandatos de posición,
sanciones claras y ausencia de válvulas de escape que limitan la correcta
aplicación de la ley.
La
importancia de las coaliciones, el trabajo en red y la movilización social: El
éxito de los cambios institucionales ha ido de la mano de personas convencidas
de que es necesario romper “duros techos” y “fuertes obstáculos” en la
construcción de la democracia paritaria. Académicas, periodistas, funcionarias
y magistradas electorales, mujeres políticas movilizadas más allá de su
ideología, junto a hombres comprometidos con esta causa han sido quienes han
marcado la diferencia. México, Bolivia, Argentina, Ecuador o Costa Rica son
evidencia de ello.
América
Latina se ha caracterizado por una intensa agenda de participación no
convencional, que se da cuando la gente de manera espontánea se vincula o
participa o acciona en relación con una causa. Diversas movilizaciones como el
#NiUnaMenos han evidenciado que el trabajo activo en red -en las calles, en las
redes sociales, en las redes informales- ha sido fundamental en el avance de
los derechos para la igualdad.
Las
coaliciones amigables al género han sido fundamentales en el impulso de
las reformas electorales necesarias en cada país. Cuando mujeres diversas se
unen entre ellas y con actores clave -autoridades electorales, movimiento
social, institutos de las mujeres, defensoras, activistas, académicas-
trabajando en una agenda común y vigilando que las reglas legales se cumplan,
se fortalece la presencia y también se avanza más en los derechos de las
mujeres (figura 2). Los países que han desarrollado alianzas entre mujeres
diversas han sido más eficientes en el avance de los derechos.
Figura
2
Esquema
de coalición amigable al género
Nota. Elaborado
a partir de los datos recopilados.
El
ciberfeminismo como herramienta de transformación: Otro
elemento que no estaba en el documento original de Beijing, pero que ha
emergido como consecuencia natural de esos procesos de transformación, es el
ciberfeminismo con acciones de comunicación y activismo no sexista. El
fortalecimiento de las capacidades de las mujeres para ejercer su voz pública
en todos los medios, incluyendo las redes sociales, ha resultado fundamental. A
pesar de que estas plataformas pueden ser violentas y tóxicas para las mujeres
y para el ejercicio de su voz pública, no podemos abandonar estos espacios de
participación democrática.
4.
La
democracia paritaria: más allá de los números
El
concepto y su evolución. En estos últimos 30 años, ha
surgido también una idea poderosa: la democracia paritaria. Este concepto
inició en la Conferencia de Atenas de 1992, viajó rápidamente a otros países
europeos y luego llegó a América Latina. Esa idea se ha instalado en diferentes
dispositivos internacionales, incluyendo la Agenda 2030 con el objetivo de desarrollo
sostenible número 5. La democracia paritaria es un modelo de democracia que
prioriza la igualdad sustantiva y la paridad entre hombres y mujeres en todos
los ámbitos de la vida pública y privada. Esta perspectiva ha permitido que la
cooperación y las acciones estratégicas marquen su trabajo en la construcción
de la igualdad sustantiva.
5.
Los
retos pendientes: hacia una agenda integral
Repensando
la representación política.
En política no da lo mismo ser hombre, mujer o persona no binaria. Las mujeres
y las personas diversas enfrentan barreras que no suelen encontrar los hombres.
Beijing evidenció que las condiciones de partida no son iguales, por tanto, los
desafíos para ejercer la representación también son diferentes. Una pensaría,
además, que, una vez que las mujeres ganan las elecciones, estos
cuestionamientos y barreras desaparecen, pero no es así. Ser mujer las desafía
debido a estereotipos y prejuicios que las minimizan y cuestionan en sus capacidades
y habilidades para representar.
La
representación debe pensarse de manera multidimensional.
La democracia paritaria requiere de la presencia de las mujeres, pero también
de condiciones para que puedan ejercer efectivamente el poder. Con los cambios
de las últimas décadas se ha incrementado la presencia de las mujeres en las
instituciones -es decir, han aumentado la representación descriptiva de las
mujeres-, pero esta no garantiza el avance de una agenda de género progresista
ni supone tampoco una mejor representación sustantiva.
Hay
que trabajar en el cambio cultural y social que complemente el esfuerzo
realizado para incrementar el número de mujeres en las instituciones. Así como
no todos los hombres comparten las mismas perspectivas respecto a los temas, no
todas las mujeres que llegan a ocupar cargos de elección popular comparten la
agenda feminista; algunas representan posiciones más conservadoras o
tradicionales, particularmente en relación con los derechos sexuales y
reproductivos.
Una
discusión muy importante tiene que ver con poder definir qué es la “agenda de
las mujeres”, lo que no necesariamente constituye una “agenda de género”. La
representación no solo tiene que ver con las ideas progresistas sobre las
demandas de las mujeres, sino que también debe considerarse que los sectores
conservadores tienen una “agenda para las mujeres” integrada por posiciones
contrarias a lo que sería una agenda progresista y feminista.
Más mujeres en los escaños no
significa automáticamente tener feministas o progresistas en esos espacios. Por
eso, cuando se hacen campañas de “feministas en las listas”, están alertando
que no se trata solo de procurar más mujeres en los cargos, sino de mujeres
comprometidas con cambiar las situaciones de desigualdad y eliminar los techos
y las violencias que enfrentan las mujeres. Ser feminista es una decisión
política y no una cuestión biológica. Como señalan las mismas feministas,
“cuerpo de mujer no supone conciencia de género”, por tanto, se debe
reflexionar sobre cómo hacer para que sean las agendas y los valores que permitan
construir democracias paritarias con igualdad sustantiva las que accedan al
poder.
Los
partidos como “gatekeepers” de las mujeres:
Los partidos continúan teniendo prácticas patriarcales que se resisten a la
igualdad. La sociedad civil muchas veces no consigue estar articulada para
cabildear e impulsar políticas para una mayor igualdad y continúan existiendo
actitudes, prejuicios y estereotipos que ven a las mujeres como intrusas,
minimizando y cuestionando sus capacidades en comparación con las de los
hombres. La paridad necesita de transformaciones culturales que acompañen a las
leyes para poder continuar dando pasos hacia la construcción de democracias más
igualitarias.
Romper
los techos económicos. Uno de los retos más
importantes es el financiamiento de la política. En un cuestionario que
administramos a través de las redes sociales en 2018 a 280 mujeres políticas de
América Latina, el 80% respondió que nunca había recibido dinero para hacer
campaña. Ellas aportaban recursos propios; ni siquiera sus familias les daban
dinero porque no creían que pudieran ganar.
La
propuesta de dinero directo a las mujeres candidatas -como funciona en Canadá,
donde el Estado transfiere recursos directamente a las candidatas registradas-
eliminaría las simulaciones y el control inequitativo de los recursos por parte
de las dirigencias partidarias.
Nuevas
masculinidades y redistribución del cuidado:
Estamos haciendo énfasis en llevar a las mujeres al
espacio público, pero esto genera doble carga: ellas se encargan de lo público
y de lo privado. Hay que llevar a los hombres al espacio privado,
trabajar en nuevas masculinidades y generar compromisos que impliquen compartir
no solo el poder, sino también los cuidados.
La
pandemia nos enseñó mucho sobre esto: mientras los colegas hombres triplicaron
su producción académica, mis colegas mujeres, con suerte, consiguieron publicar
algo. Cuando encerraron a todos en casa, las mujeres tuvieron que volver a los
roles tradicionales y no hubo paridad en la responsabilidades sobre los
cuidados dentro de los hogares.
Políticas
públicas con perspectiva de género. Un conjunto
de políticas públicas que aborden temas sustantivos de la agenda de la igualdad
sustantiva requiere pensarse si se desea eliminar las barreras que enfrentan
las mujeres. Entre ellas destacan:
·
Licencias de paternidad equitativas:
Si las mujeres tienen acceso a tres meses de licencia de maternidad y los
hombres solo a tres días, el Estado le está diciendo al hombre que el cuidado
no importa, y el mercado le dice que su trabajo es más importante que su
familia.
·
Trabajo doméstico remunerado y cuidados:
Resulta fundamental introducir políticas que mejoren la igualdad de acceso y
seguridad para las mujeres que trabajan en relación de dependencia ocupándose
de los cuidados y también que se reconozcan y redistribuyan estas
responsabilidades en el seno de las familias.
· Acceso
equitativo a la tecnología: Urge trabajar en la igualdad
de acceso y seguridad para las mujeres en el mundo digital.
6.
Los
nuevos desafíos: resistencias y retrocesos
Las violencias se han desbordado en múltiples espacios. Cada 10
minutos una niña o una mujer es asesinada. Solo 87 países han sido
liderados por una mujer, 113 países nunca han tenido una mujer como jefa de
Estado. Las brechas digitales persisten, y la violencia digital ha emergido
como una nueva forma de agresión: basta ser mujer para ser destruida en las
redes sociales.
En
estos momentos enfrentamos, además, una reacción furibunda de discursos de odio
y antiderechos que, día a día, están calando a través
de las redes sociales, los medios de comunicación y, muchas veces, desde los
púlpitos presidenciales, en contra de la igualdad y los derechos.
7.
Reflexiones
finales: la democracia que queremos
La búsqueda de soluciones
para igualar las condiciones en las que las mujeres hacen política sigue siendo
una cuestión urgente a 30 años de Beijing. No se trata solo de incrementar el
número de mujeres que acceden y ejercen el poder; también se trata de generar
condiciones para que las mujeres puedan impulsar agendas de derechos que
amplíen la democracia paritaria con igualdad sustantiva.
La democracia paritaria
exige un cambio cultural que acompañe los cambios institucionales que se han
realizado en las últimas décadas. La presencia de las mujeres en diferentes
espacios sociales y políticos contribuye a generar nuevos roles y prototipos de
mujeres, distintos de los tradicionales. Esa presencia cuestiona formas,
discursos, estilos de liderazgo y maneras de hacer las cosas.
A quienes hablan del fin de
las ideologías les recuerdo: defender los derechos humanos, la democracia,
el pluralismo y las libertades significa defender ideas. Con Beijing y la
Agenda 2030 se entendió que estas eran las ideas que debían impulsar los
Estados para la protección y la convivencia general. Quizás eso es lo que se
está poniendo en discusión actualmente, pero en el fondo estamos discutiendo la
convivencia en términos de ideas y valores fundamentales.
Beijing puso en valor lo que
significa la vida con las mujeres. En lo personal, considero que la democracia
no es menos democracia porque no tiene mujeres; la democracia no es democracia
si el 50% de la población no tiene la posibilidad de competir por el 50% de la
representación.
Los 30 años transcurridos
desde Beijing nos han enseñado que los derechos de las mujeres son derechos
democráticos, y que construir igualdad es construir democracia. En estos
tiempos de desafíos, necesitamos defensoras y defensores de la democracia que protejan
diariamente lo que hemos conseguido en términos de pluralismo, competencia e
igualdad. El camino no ha terminado. Beijing fue un punto de partida, no de
llegada. Y, en este recorrido, cada conquista enseña que la igualdad no es solo
responsabilidad de las mujeres, sino una tarea compartida para construir
sociedades más justas y democráticas para todas y todos.
Referencias
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de 1992). Primera Cumbre Europea "Mujeres en el Poder". Atenas,
Grecia.
https://www.urv.cat/media/upload/arxius/igualtat/JeanMonnet/2013/Lectura_recomendada_Declaracion_Atenas_1992.pdf
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ONU.
Organización de la Naciones Unidas (2023). Agenda
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https://www.fundacioncarolina.es/wp-content/uploads/2019/06/ONU-Agenda-2030.pdf
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Unión Interparlamentaria (IPU) (2025). Mujeres
en el parlamento.
https://www.ipu.org/impact/gender-equality/women-in-parliament
Universidad de Gotemburgo (2025). Proyecto de
Variedades de la Democracia [V-Dem]. https://www.v-dem.net/
* Argentina-española,
politóloga, correo flavia@unam.mx. Doctora en Ciencia Política por la
Universidad de Salamanca (España). Investigadora titular “C” a tiempo completo
del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), profesora del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y
Sociales de la UNAM y fundadora de la Red de Politólogas-#NoSinMujeres.