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PRIMER SEMESTRE 2025 NÚMERO 39 |
ISSN: 1659-2069 |
Candidaturas a alcaldías y vicealcaldías
de personas menores de edad
Luis
Diego Brenes Villalobos*
https://doi.org/10.35242/RDE_2025_39_3
Nota del
Consejo Editorial
Recepción: 22 de junio de 2024.
Revisión, corrección y aprobación: 13 de enero de 2025.
Resumen: El presente ensayo[1] expone la tesis de minoría de la sentencia del
Tribunal Supremo de Elecciones n.° 9352-E3-2023 del 17 de noviembre de 2023 en
la que se defiende una forma diferenciada acerca de cómo deben acreditarse los
dos años de inscripción electoral ininterrumpida para servir el cargo de
alcaldía o vicealcaldía a una persona menor de edad entre sus 16 y 18 años. Se
defiende que no resulta jurídicamente posible, por inconvencional e
inconstitucional, que el juez electoral interprete la existencia de requisitos
adicionales para ocupar esos cargos, más allá de los que exige la literalidad
de la ley.
Palabras clave: Requisitos para ser candidato / Domicilio
electoral / Inscripción electoral / Puestos de elección popular / Elecciones
municipales / Interpretación constitucional / Menor de edad.
Abstract: This essay exposes the minority thesis of the Supreme Electoral Tribunal ruling No. 9352-E3-2023 of November 17, 2023, which defends a differentiated form of how the two years of uninterrupted electoral registration to serve the position of mayor or vice mayor should be accredited to a minor between the ages of 16 and 18. It is argued that it is not legally possible, because it is unconventional and unconstitutional for the electoral judge to interpret the existence of additional requirements to occupy those positions, beyond those required by the literal nature of the law.
Key Words: Requirements to be a candidate / Electoral domicile / Electoral registration / Popular election posts / Municipal elections / Constitutional interpretation / Underage.
1.
Antecedentes: interpretaciones pasadas y necesidad de
una nueva interpretación
El
Tribunal Supremo de Elecciones (en adelante TSE o el Tribunal) no se había
enfrentado a la necesidad de interpretar el artículo 15 del Código Municipal en
relación con la edad -inciso a- y el domicilio electoral asociado -inciso c- a
partir de los cuales una persona puede inscribir su candidatura a la nómina
propuesta por un partido político para acceder a los cargos de alcaldía o
vicealcaldía municipal. No obstante, la cuestión sí había sido considerada, en
otros momentos, en relación con la lista de requisitos que se exigían para
acceder a una regiduría municipal, según análisis previo a la entrada en vigor
de la “Ley para promover la participación de las personas jóvenes en las
elecciones municipales, reforma Código Municipal”, Ley 9436 de la república,
que a partir del 2017 modificó los requisitos para acceder a ese cargo de
regiduría.
En
su versión inicial del año 1998, el artículo 22.c del Código Municipal
prescribía que para aspirar a una regiduría se requería: “Estar inscrito
electoralmente, por lo menos con dos años de anterioridad, en el cantón en que
han de servir el cargo”, una redacción casi idéntica a la dispuesta para el
artículo 15.c del Código Municipal que, para acceder a una alcaldía municipal,
exige: “Estar inscrito electoralmente, por lo menos con dos años de
anterioridad, en el cantón donde ha de servir el cargo”.
Ahora
bien, al interpretar aquel artículo 22.c que, se insiste, tenía una redacción
casi idéntica a la del actual 15.c, el TSE precisó que esos dos años a los que
ahí se alude solo podían computarse a partir del momento en que se adquiere la
mayoría de edad. Como consecuencia lógica de lo anterior, a juicio del TSE, era
materialmente imposible ocupar una regiduría antes de cumplir los 20 años. Al
efecto, en la opinión consultiva n.° 2380-E-2001 del 8 de noviembre de 2001, la
magistratura electoral precisó:
De conformidad con esta norma constitucional, se debe
interpretar el artículo 22 del Código Municipal a la luz de las disposiciones
normativas en su conjunto, y así resulta que si el inciso a de dicho artículo
establece que para ser regidor se requiere “ser ciudadano en ejercicio y
costarricense” y el inciso c exige “Estar inscrito electoralmente, por lo menos
con dos años de anterioridad, en el cantón en que han de servir el cargo”; se
colige que una persona que se inscribe electoralmente por primera vez al
cumplir 18 años, debe residir en dicho domicilio electoral al menos dos años
antes de poder ejercer el cargo de regidor o síndico. Ello no implica una
postergación de los derechos políticos de una persona, sino que siendo ya un
ciudadano, éste debe ajustarse a un requisito legal que se impone, al igual que
se imponen las edades mínimas para ejercer una diputación u otros cargos
públicos [resaltado añadido]. El hecho de que mediante una ley se regule la
forma en que se ejerza el derecho a ser electo es una potestad con la que
cuenta el legislador, de conformidad con lo que ha expuesto la Sala
Constitucional repetidamente: “Igual que los otros derechos fundamentales, el
derecho de reunión y en general el de participación en los procesos
político-electorales, también son susceptibles de limitaciones impuestas por el
legislador, quien constitucionalmente está facultado para regular el modo de
ejercicio de éstos” (Voto N.° 6482-96).
Por ello, es criterio de este Tribunal que la recta
interpretación del artículo 22 del Código Municipal implica que, además de
ser ciudadano en ejercicio (que se obtiene a los 18 años), se debe estar
inscrito electoralmente con dos años de anterioridad en el cantón en que se ha
de servir el cargo. La restricción impuesta en forma alguna implica la
suspensión de la ciudadanía, ya que el interesado goza de todos los derechos
cívico-políticos, ni implica la postergación de los mismos, sino que contiene
una restricción a ejercer un cargo de representación municipal en aras de
beneficiar la identificación de una persona con su municipio [resaltado
añadido].
[…] c)- Para ejercer una regiduría es necesario contar con
los 2 años de inscripción domiciliar; requisito legal que no puede
excepcionarse en razón de la edad de un interesado en particular [resaltado
añadido].
Contrario a lo que, en la literalidad, se expone en el
antecedente transcrito, y en tesis de minoría, se entiende que el TSE, en aquel
momento, propició una interpretación que conllevó una postergación del derecho
al sufragio en su vertiente pasiva, pues, a pesar de que el artículo 22.a de
entonces solo exigía ejercer la ciudadanía para optar por una regiduría, el
Tribunal interpretó que, adicionalmente, debía tener 20 años, lo anterior para
entender su inscripción como persona electora en un determinado sitio por dos
años luego de haber adquirido la mayoría de edad.
Esa interpretación fue sostenida por el Tribunal Supremo de
Elecciones en otros momentos y se convirtió en su jurisprudencia en materia de
regidurías (entre otras, véase la sentencia n.° 7016-E1-2015 del 29 de octubre
de 2015), con lo cual, en la práctica, hasta la entrada en vigor de la Ley
9436, el Tribunal únicamente permitía la inscripción de personas candidatas a
las regidurías que, al momento de asumir el cargo, tuvieran cuando menos 20
años de edad y dos de haber registrado su domicilio electoral en el lugar en el
que se iba a servir el cargo.
2.
La jurisprudencia de la Sala Constitucional en el
tema
El voto n.° 2002-06817 dictado por la Sala Constitucional el
10 de julio de 2002 toma particular relevancia respecto de justificar la
constitucionalidad de exigir que una persona cuente con dos años de estar
inscrita electoralmente, luego de cumplir los 18 años de edad. Sin embargo, esa
misma sentencia, en su considerando VI adiciona que, aunque es razonable y
proporcional exigir que una persona esté inscrita en la circunscripción donde
va a servir un cargo, por un lapso no menor a los dos años antes de asumir el
puesto, sí sería inconstitucional contar ese plazo a partir del momento en que
se tiene la mayoría de edad. Es decir, la Sala Constitucional declaró
constitucional la norma y la interpretación del TSE porque entendió que había
otras formas de acreditar ese plazo de los dos años, más allá de la inscripción
electoral a partir de los 18 años. En esa decisión la Sala expuso:
VI.- La segunda de las razones por las cuales la norma es
impugnada por parte del actor, se basa en el hecho de que –a su juicio- la
misma impide que personas entre los dieciocho y los veintiún años puedan ser
electas Alcaldes, pues ninguna sería capaz de cumplir con el requisito mínimo
de dos años de inscripción electoral. En efecto, lo anterior podría hacer
nugatorio el derecho de todo ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos
políticos, de ser nombrado Alcalde, imponiendo una limitación que el legislador
no estableció en forma expresa, como lo sería una edad mínima de veinte años. A
esta conclusión debería llegar la Sala Constitucional si no fuera porque el
Tribunal Supremo de Elecciones, en uso de las atribuciones que le da el
artículo 102 inciso 3) de la Constitución Política para interpretar en forma
exclusiva y obligatoria las normas constitucionales y legales referentes a la
materia electoral, ha dispuesto que en el caso de los jóvenes con edades entre
los dieciocho y los veinte años, éstos estarán autorizados para demostrar su
arraigo por otros medios, tales como probar que ha residido en el cantón
durante los últimos dos años [resaltado añadido]. (Ver resolución del
Tribunal Supremo de Elecciones números 2380-E-2001, de las once horas con
cincuenta minutos del ocho de noviembre de dos mil uno) La anterior
interpretación, dada a la sazón por el órgano constitucionalmente encargado de
desentrañar el sentido del ordenamiento jurídico constitucional, flexibiliza la
rigidez inherente a una lectura inflexiba [sic] del inciso c) del artículo 22
del Código Municipal, permitiendo que los "neociudadanos" puedan
postularse para la elección de Alcaldes municipales a pesar de que a la fecha
de inicio de la próxima gestión del Concejo Municipal, no tendrán todavía dos
años o más de haber sido inscritos electoralmente dentro de dicho cantón, pero
sí tendrán dos años o más de residir en él. Así, considera la Sala que la norma
en cuestión –en la forma como ha sido interpretada por el Tribunal Supremo de
Elecciones- no es contraria a las normas y principios constitucionales
invocados por el accionante, por lo que también en cuanto a este extremo, la
presente acción deberá ser desestimada [resaltado no es del original].
El precedente constitucional señaló que es válido, razonable
y proporcional exigir un periodo mínimo de registro del domicilio electoral en
el cantón en el que se ha de servir el cargo, tema fuera de debate. Ahora bien,
es igualmente cierto que ese antecedente vinculante señaló que ese requisito no
podía servir como excusa para imponer “una limitación que el legislador no
estableció en forma expresa, como lo sería una edad mínima de veinte años”,
pues eso resultaría inconstitucional al hacer nugatorio el derecho al sufragio
en su vertiente pasiva para las personas de entre 18 y 20 años a través de una
interpretación del juez electoral.
Ese último considerando de la jurisprudencia constitucional,
antes referida en el voto de mayoría, aunque no explicitado, obliga al TSE a
establecer mecanismos para acreditar el domicilio electoral más allá de la
inscripción de las personas como electoras, con el fin de no establecer
requisitos adicionales a los dispuestos de forma expresa por el legislador en
el Código Municipal.
3.
La tarjeta de identidad de menores (TIM) como medio
probatorio legal del domicilio electoral
En suma a la tesis que se defiende, la reforma introducida
al Código Municipal en el año 2017 mediante la Ley 9436 titulada “Ley para
promover la participación de las personas jóvenes en las elecciones
municipales, reforma Código Municipal” introdujo nuevos mecanismos para que quien
tenga entre 18 y 20 años de edad y desee postularse a una regiduría municipal
pueda acreditar que ha establecido su domicilio, de forma ininterrumpida, en
una determinada circunscripción por un plazo mayor de dos años, contado antes
del momento en que ha de celebrarse la votación respectiva. Nótese que,
conforme a la nueva reforma, la técnica legislativa termina unificando
inscripción electoral con domicilio electoral, a tal punto que los incisos d y
e, del Código Municipal, en su redacción actual señalan que para aspirar a una
regiduría se requiere:
d) Estar inscrito como elector en el cantón que corresponda.
e) Haber establecido su domicilio en la circunscripción
cantonal en la que pretende servir, con por lo menos dos años de antelación a la
fecha en la que deba realizarse la votación correspondiente. Lo anterior será
comprobable mediante la tarjeta de identidad de menores y otro documento de
identidad legalmente emitido. (art. 22)
De esta manera, el Tribunal hoy dispone de un instrumento,
fijado legalmente, para acreditar el domicilio electoral de una persona antes
de los 18 años, a través de la declaración que se hace al solicitar la tarjeta
de identificación de menores (TIM). La TIM le permite, o le podría permitir, a
la administración electoral verificar el domicilio electoral para cada persona
menor de 18 años, con el fin de que, una vez adquirida la mayoría de edad,
cualquier ciudadana o ciudadano pueda competir por aquellos cargos que no
exigen de forma expresa una edad superior a esos 18 años, como es el caso de
las alcaldías municipales, en tanto la legislación municipal únicamente exige
como requisito, respecto de la edad, la necesidad de haber adquirido la
ciudadanía; y cabe recordar que esta se obtiene a partir de los 18 años, de
acuerdo con el artículo 90 de la Constitución Política.
Si bien la reforma operada al Código Municipal no cambió la
redacción del artículo 15 de ese cuerpo normativo, sí que le permite al
Tribunal Supremo de Elecciones establecer, a través de otros medios, más allá
de la solicitud de la cédula de identidad, el domicilio de una persona con el
fin de cumplir el plazo previsto en el requisito dispuesto en el numeral 15.c
del Código Municipal, lo anterior en tanto ese articulado sigue requiriendo una
interpretación del juez electoral para su aplicación.
Nótese que, en el caso costarricense, la inscripción
electoral refiere al domicilio electoral declarado ante el Registro Civil, en
donde dicho domicilio debe coincidir con el residencial.
4.
La obligación del juez electoral de efectuar un
control de convencionalidad
Más allá de que el TSE ha reconocido la obligación que tiene
de efectuar un control de convencionalidad a la hora de emitir sus resoluciones
(véase la sentencia n.° 1337-E1-2015 del 11 de marzo de 2015) y de que ese
deber se desprende de la doctrina sentada por la propia Corte Interamericana de
Derechos Humanos (en adelante “Corte IDH”), véase con particularidad la
sentencia del caso de “Personas dominicanas y haitianas expulsadas vs.
República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas”,
sentencia del 28 de agosto de 2014, el caso en estudio exige una interpretación
de conformidad con el parámetro de convencionalidad.
Según lo ha señalado reiteradamente la Corte IDH, dicho
parámetro de convencionalidad está integrado no solo por el contenido mismo de
la letra de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sino, además, por
la interpretación que de esta haya hecho la propia Corte IDH (véanse al efecto:
a) opinión consultiva n.° OC-21/14, del 19 de agosto de 2014, Derechos y
garantías de niñas y niños en el contexto de la migración y/o en necesidad de
protección internacional; b) opinión consultiva n.° OC-22/16, del 26 de
febrero de 2016, Titularidad de derechos de las personas jurídicas en el
Sistema Interamericano de Derechos Humanos (interpretación y alcance del
artículo 1.2, en relación con los artículos 1.1, 8, 11.2, 13, 16, 21, 24, 25,
29, 30, 44, 46, y 62.3 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, así
como del artículo 8.1 A y B del Protocolo de San Salvador); y c) resolución de
supervisión de cumplimiento de sentencia del caso Gelman vs. Uruguay, del 20 de
marzo de 2013).
La Corte IDH ha señalado que el artículo 23 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos no establece un régimen cerrado de
limitaciones a los derechos político-electorales, pues, más allá de las
restricciones que ya dispone el propio numeral 23.2, la ley puede válidamente
limitar estos derechos (sentencia del caso Castañeda Gutman vs. Estados Unidos
Mexicanos, Excepciones preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, sentencia
del 6 de agosto de 2008). No obstante, la Corte IDH ha precisado que esas limitaciones
adicionales deben cumplir un conjunto de requisitos. Para este caso resulta
particularmente relevante que la limitación de los derechos
político-electorales solo puede disponerse de forma absolutamente expresa a
través de una ley en sentido formal y material dictada por el Parlamento de
cada uno de los Estados. Esto es, una limitación no puede derivarse de una
interpretación de la norma, sino que la restricción debe desprenderse con
claridad del texto mismo de la ley. Si ello no ocurre, y una norma admite
distintas interpretaciones, la lectura conforme con la Convención será aquella
que mejor favorezca el ejercicio del derecho, consecuencia directa del
principio de efecto útil de los tratados. Esta doctrina quedó expuesta con
meridiana transparencia en la Opinión Consultiva 28/21 emitida por la Corte
IDH, en la que se precisó:
112. En virtud de lo anterior, la Corte ha considerado
que para asegurar el funcionamiento de un sistema electoral no es posible
aplicar solamente las limitaciones del párrafo 2 del artículo 23 de la
Convención Americana [resaltado añadido]. La previsión y aplicación de
requisitos generales para ejercitar los derechos políticos no constituyen, per
se, una restricción indebida a los derechos políticos. Por tanto, por el solo
hecho de no estar incluida explícitamente en el artículo 23.2 las restricciones
a la reelección presidencial indefinida, no implica que estas sean contrarias a
la Convención.
113. No obstante, la facultad de los Estados de regular o
restringir los derechos no es discrecional, sino que está limitada por el
derecho internacional que exige el cumplimiento de determinadas exigencias que,
de no ser respetadas, transforma la restricción en ilegítima y contraria a la
Convención Americana. Conforme a lo establecido en el artículo 29.a in fine de
dicho tratado ninguna norma de la Convención puede ser interpretada en sentido
de limitar los derechos en mayor medida que la prevista en ella [resaltado
añadido]. En este sentido, es necesario examinar si la misma implica una
restricción indebida a los derechos humanos consagrados en la Convención.
114. El artículo 32.2 de la Convención establece que “[l]os
derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la
seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad
democrática”. Este Tribunal ha establecido en su jurisprudencia que un derecho
puede ser restringido por los Estados siempre que las injerencias no sean
abusivas o arbitrarias; por ello, deben estar previstas en ley en sentido
formal y material, perseguir un fin legítimo y cumplir con los requisitos de
idoneidad, necesidad y proporcionalidad.
115. El primer paso para evaluar si una restricción a un
derecho establecido en la Convención Americana es permitida a la luz de dicho
tratado consiste en examinar si la medida limitativa cumple con el requisito de
legalidad. Ello significa que las condiciones y circunstancias generales que
autorizan una restricción al ejercicio de un derecho humano determinado deben
estar claramente establecidas por ley [resaltado añadido]. (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2021)
Del contenido de esa opinión consultiva, que recopila el
desarrollo de la jurisprudencia convencional sobre la limitación de derechos
político-electorales, resulta evidente que -al menos a partir de ese momento-
la Corte IDH proscribió la interpretación extensiva de las limitaciones a estos
derechos e incorporó -como parte del parámetro convencional- la obligación de
que cualquier restricción sea desarrollada de forma expresa por la ley. En esta
línea, entender que las personas postulantes a una alcaldía o vicealcaldía
municipal requieren al menos 20 años de edad para su postulación es una lectura
que no está expresamente dispuesta en el artículo 15 del Código Municipal,
tampoco se encuentra en ningún otro articulado de esa ley o del Código
Electoral. A esa limitación por edad solo se puede llegar por vía de
interpretación, justamente lo que prohíbe desde 2021 la Corte IDH.
5.
La interpretación del juez electoral
Tradicionalmente, se ha señalado que el recurso de apelación
electoral es un mecanismo para el control de legalidad de la actuación de la administración
electoral. No obstante, además de esa lectura, el artículo 225 del Código
Electoral que regula los derechos tutelados por el recurso de amparo electoral,
en el párrafo segundo, hacia su final, dispone que “Los reclamos contra las
decisiones de los organismos electorales inferiores no se tramitarán por esta
vía, sino por la del recurso de apelación electoral”. De esta manera, cuando la
judicatura electoral interviene como contralora de las decisiones de la
Dirección General del Registro Electoral y Financiamiento de Partidos
Políticos, importa advertir que no solo lo hace en el control de legalidad,
sino que también, y de manera preferencial, como un juez de la Constitución, es
decir, como un juez de garantías cuyo papel es ejercer una labor tuitiva para
ofrecer una protección efectiva de los derechos fundamentales de carácter
político-electoral. Esto implica la obligación de defender los derechos
consagrados en la Constitución Política, pero también los que el país ha ido
reconociendo a través de la incorporación en el ordenamiento de los
instrumentos internacionales para la protección de los derechos humanos, con
base en la tradicional lectura que ha hecho la Sala Constitucional del artículo
48 de la Constitución Política y que puede resumirse en que el juez
constitucional siempre tiene que privilegiar la norma y la interpretación que
mejor proteja un derecho fundamental.
El juez electoral no puede desconocer que dentro del
artículo 15 del Código Municipal conviven dos posibles interpretaciones. Por un
lado, la interpretación tradicional, de carácter más formal y gramatical, está
fundada en la lectura reiterada de la versión anterior al artículo 22 del mismo
Código Municipal, según la cual el artículo 15 debería leerse en el sentido de
que no basta ejercer la ciudadanía para optar por los puestos que conforman la
alcaldía y vicealcaldía municipal, sino que, además de ello, una vez que una
persona se inscribe como electora (lo cual la mayoría del Tribunal entiende que
solo puede ocurrir a los 18 años) deben transcurrir, al menos, dos años más
para postularse a dichos cargos. La consecuencia directa de esa lectura es que
nadie con una edad inferior a los 20 años puede aspirar a esos cargos, aunque
en el ordenamiento jurídico no exista una sola disposición que, de forma
expresa, exija esa edad para candidatearse a esas dignidades de elección
popular. Esta lectura centra su interpretación en una modulación del inciso a
del artículo 15 del Código Municipal, el cual prescribe:
Para ser alcalde municipal, se requiere:
a) Ser costarricense y ciudadano en ejercicio.
b) Pertenecer al estado seglar.
c) Estar inscrito electoralmente, por lo menos con dos años
de anterioridad, en el cantón donde ha de servir el cargo.
Nótese que la norma no exige expresamente el requerimiento
de los 20 años de edad para ocupar una alcaldía o vicealcaldía municipal, en
tanto la ciudadanía, se reitera, se adquiere a los 18 años, según lo dispone el
artículo 90 constitucional. Asumir el requerimiento de los 20 años como edad
mínima, pasa por un ejercicio hermenéutico que procure la coexistencia de ese
inciso a con el inciso c, con lo que se favorece entender los dos años de
inscripción electoral únicamente en calidad de ciudadano o ciudadana.
Consecuentemente, esta interpretación resulta menos generosa respecto del
ejercicio del derecho fundamental al sufragio en su vertiente pasiva y,
adicionalmente, desatiende la obligación impuesta por el control de
convencionalidad que exige únicamente aplicar limitaciones a los derechos fundamentales
de carácter político-electoral que estén expresamente dispuestos en las leyes
aprobadas por la Asamblea Legislativa.
La otra interpretación que convive con la literalidad de esa
norma es la que ofrecen las jurisprudencias interamericana y constitucional,
lectura que favorece la interpretación respecto de cómo contabilizar y
verificar la inscripción electoral y su correspondiente domicilio electoral, centrándose,
entonces, en la necesidad de interpretar el inciso c del artículo 15, para que
este se adecue a la edad mínima de los 18 años. Bajo este análisis, el
ejercicio hermenéutico desprende que para postular una candidatura a una
alcaldía o vicealcaldía municipal basta con ser ciudadana o ciudadano en
ejercicio, condición que habría que tenerse al momento de la elección
respectiva, al tiempo que la administración electoral o el Registro Civil deben
proveer mecanismos idóneos para acreditar los dos años de arraigo al cantón en
el que se ha de servir el cargo, independientemente de que su contabilización
conlleve una verificación en los dos años previos a los 18 años.
En tesis de minoría, esta segunda interpretación es la única
que se aviene de manera adecuada con la función tuitiva que posee la judicatura
electoral como juez constitucional de garantías en el recurso de apelación
electoral contra las decisiones de los organismos electorales inferiores. Esta
segunda lectura, además, se hace imperativa a partir de la obligación de
ejercer un control de convencionalidad difuso para efectuar una interpretación del
derecho interno conforme con la Convención Americana sobre Derechos Humanos y,
asimismo, adecuar la comprensión del inciso c del numeral 15 del Código
Municipal a los preceptos que la Sala Constitucional dictase desde su sentencia
del año 2002.
El TSE no puede desatender que su labor procura facilitar,
de forma ordenada, el ejercicio del derecho fundamental a la participación
política y al sufragio en sus vertientes pasiva y activa. Si el legislador
considera que para ser alcalde, alcaldesa, vicealcalde o vicealcaldesa se
requiere una determinada edad, cuestión aceptable a la luz del contenido de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, así debe disponerlo a texto
expreso en los requisitos para ejercer el cargo que contempla el numeral 15 del
Código Municipal. No resulta jurídicamente posible -por inconvencional e
inconstitucional- que el juez electoral interprete que existen requisitos
adicionales para ocupar esos cargos, más allá de los que exige la literalidad
de la ley.
En consecuencia, a pesar de que, como se ha señalado, en el
numeral 15 del Código Municipal conviven plausiblemente dos lecturas posibles a
partir de su literalidad, entiendo que solo la segunda de estas lecturas se
aviene con los compromisos que el Estado costarricense ha adquirido para
asegurar la protección de los derechos fundamentales de carácter político-electoral
y con la función de juez constitucional que el juez electoral, dentro del
recurso de apelación electoral, ostenta por el encargo expreso que hiciese el
legislador en el numeral 225, final del párrafo segundo, del Código Electoral.
6.
Corolario
En síntesis, en casos como el expuesto, no es la edad mínima
legalmente exigida para el ejercicio de una alcaldía o vicealcaldía municipal
la discusión medular; el debate, por el contrario, debe centrarse en la forma
en que deben acreditarse los dos años de inscripción electoral ininterrumpida
en un determinado cantón del país y en el que se desean servir esos cargos,
principalmente en el escenario de que dicha verificación deba realizarse para una
persona menor de edad entre sus 16 y 18 años.
Si bien la reforma del año 2017 al artículo 22 del Código
Municipal ya ofrece elementos probatorios de referencia, como el caso de la TIM
para las regidurías, nada de ello obsta para que los organismos electorales
planteen alternativas para ese fin, las cuales pueden incluir, por supuesto, el
dictado de reformas reglamentarias que materialicen la jurisprudencia
convencional y constitucional, de manera tal que sea superado el estado de
cosas actual.
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* Costarricense, abogado y politólogo, correo dbrenes@tse.go.cr. Doctor en
Ciencia Política y Diploma de Especialización en Derecho Constitucional por la
Universidad de Salamanca, España. Máster en Derecho Constitucional por la
Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica (UNED) y licenciado en Derecho
por la Universidad de Costa Rica (UCR). Profesor asociado de la Facultad de
Derecho en la UCR. Funcionario del Tribunal Supremo de Elecciones desde el año
2003 y magistrado suplente desde 2015. Principales líneas de investigación:
elecciones, sistemas electorales, judicial
politics, justicia electoral y constitucional.
[1] El autor agradece las observaciones y colaboración del letrado del TSE, Alejandro Robles Leal.