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PRIMER SEMESTRE 2024 NÚMERO 37

ISSN: 1659-2069

 

Democracia y elecciones en América Latina. Luces y sombras*

 

Daniel Zovatto Garetto**

https://doi.org/10.35242/RDE_2024_37_3


Nota del Consejo Editorial

Recepción: 21 de noviembre de 2023.

Revisión, corrección y aprobación: 4 de enero de 2024.

Resumen: Expone los desafíos y oportunidades que enfrenta la democracia en la actualidad, tanto a nivel global como latinoamericano, para lo cual realiza un análisis de las tendencias de la democracia en el actual ciclo electoral latinoamericano y finaliza con la propuesta de una agenda que afronte el declive democrático promoviendo una democracia de nueva generación.

Palabras clave: Debilitamiento de la democracia / Calidad de la democracia / Régimen político / Populismo / Apatía política / Proceso electoral / Fortalecimiento de la democracia.

Abstract: The article presents the challenges and opportunities that democracy faces today, both globally and in Latin America, for which it makes an analysis of the trends of democracy in the current Latin American electoral cycle and ends with the proposal of an agenda that confronts democratic decline by promoting a new generation democracy.

Key Words: Weakening of democracy / Quality of democracy / Political regime / Populism / Political apathy / Electoral process / Strengthening of democracy.

 

 

 

 

Antes de iniciar la disertación, mis primeras palabras son de sincero agradecimiento hacia la presidenta del Tribunal Supremo de Elecciones, magistrada Eugenia Zamora; agradecimiento que hago extensivo a las y los magistradas y magistrados por haberme extendido esta honrosa invitación.

Hoy, con una amalgama de emociones, me siento privilegiado de poder brindar, ante tan distinguida audiencia, esta conferencia magistral que marca mi despedida de IDEA Internacional. Lo hago en la víspera del Día de la Democracia Costarricense y en el seno de esta prestigiosa institución, la casa de la democracia costarricense. Fue precisamente bajo la valiosísima guía del Tribunal Supremo de Elecciones que, hace más de tres décadas, inicié mi camino profesional –como director de CAPEL en aquel momento- en el mundo de las elecciones libres y justas. Desde entonces, las elecciones y la democracia se erigieron como faros que guiaron y siguen guiando mi vida académica y profesional. Ello me ha permitido tener el privilegio y la satisfacción de haber sido testigo, de primera línea, de todas y cada una de las elecciones presidenciales costarricenses desde 1986 a la fecha.

Pero como sabemos, todo viaje tiene su fin. En mi caso, luego de 28 años al servicio de IDEA Internacional, desempeñándome como director regional para América Latina y el Caribe, el 31 de diciembre de 2023 marcará el cierre de este enriquecedor y extraordinario capítulo de mi vida. Me despido con una inmensa gratitud, pero igualmente energizado y comprometido a seguir contribuyendo y dando lo mejor de mí en la defensa de las elecciones con integridad y en el robustecimiento de la democracia.

Deseo expresar, asimismo, mi sincera gratitud hacia todas las personas que han dejado una huella indeleble en mi vida durante las tres décadas vividas en este hermoso país que desde el primer día sentí como propio; personas que me acogieron con calidez y se convirtieron en pilares y referentes en mi trayectoria en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH) y en el Centro de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL).

 

1.       Introducción

Iniciaré con una reflexión introductoria sobre el desafío y las oportunidades que enfrenta actualmente la democracia, para efectuar luego un examen acerca del estado de la democracia tanto a nivel global como latinoamericano. En tercer lugar, analizaré las principales tendencias que surgen del actual superciclo electoral latinoamericano. En la cuarta parte propondré una agenda dirigida a enfrentar el declive democrático promoviendo una democracia de nueva generación, para cerrar mi exposición con una reflexión final.

Inicio mi exposición formulando las siguientes preguntas: ¿Estamos viviendo el ocaso de la democracia? ¿Está la democracia muriendo? ¿Estamos entrando a una contraola democrática con fuerza suficiente para borrar gran parte de los muy importantes avances logrados durante las últimas cinco décadas en el marco de la tercera ola democrática? O más bien atravesamos una coyuntura crítica y desafiante respecto de la cual la democracia, como en el siglo pasado, ¿tendrá la resiliencia y la capacidad de sobreponerse y reinventarse? ¿Cuál es el futuro de la democracia?

En mi opinión la democracia se encuentra actualmente, tanto a nivel global como regional latinoamericano, en una encrucijada crítica, en un punto de inflexión. Fuertemente tensionada entre el declive y la resiliencia, atraviesa uno de sus momentos más difíciles desde el inicio de la tercera ola democrática. El desafío es mayúsculo. No hay que exagerarlo, pero tampoco subestimarlo. Demanda atención urgente, reflexión profunda, un diagnóstico preciso y un plan de acción riguroso y valiente dirigido a defender, fortalecer, repensar y mejorar la calidad de la democracia.

El momento para tomarle el pulso a la democracia no podría ser más oportuno. Este 2023 se cumplen 49 años desde el inicio de la tercera ola democrática a nivel mundial y 45 de su inicio en nuestra región. Se recuerdan, asimismo, los 50 años de los golpes de Estado en Chile y Uruguay.

Antes de ingresar al corazón de mi conferencia, permítaseme aclarar a qué me refiero cuando hablo de democracia. Utilizo para ello el concepto de democracia representativa que contiene el artículo 2 de la Carta Democrática Interamericana, adoptada el 11 de setiembre de 2001, definición que debe ser complementada con los artículos 3 (elementos esenciales) y 4 (componentes fundamentales).

El artículo 2 expresa:

el ejercicio efectivo de la democracia representativa es la base del estado de derecho y los regímenes constitucionales de los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos. Añadiendo que “La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional.

 

 

Por su parte, el artículo 3 de la CDI establece como:

elementos esenciales [resaltado añadido] de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho [resaltado añadido]; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.

Respecto de los componentes fundamentales en el artículo 4 señala que estos son: “la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa”. Y agrega: “La subordinación constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida y el respeto al estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad son igualmente fundamentales para la democracia” (párr. 2).

 

2.       Estado de la democracia a nivel global

En el periodo que siguió a la caída del Muro de Berlín (1989) y la desintegración de la Unión Soviética (1993), Francis Fukuyama proclamó el "fin de la historia", dando por triunfante a la democracia capitalista y al libre mercado. Pero la historia, como sabemos, no ha terminado y tan solo tres décadas después, nos encontramos ante una democracia bajo acoso, asediada por numerosas amenazas que se manifiestan en una creciente polarización, la proliferación de noticias falsas y un resurgimiento de populismos antiliberales.

Para decirlo en palabras de Moisés Naím (2022), la democracia sufre hoy el embate de las tres P: polarización, populismo y post verdad. Estas amenazas se diferencian de las del pasado, ya que los procesos de erosión, declive o retroceso tienen dos características novedosas.

La primera, el deterioro democrático ya no viene generalmente de la mano de los golpes de Estado tradicionales (si bien estos continúan en algunas regiones del mundo), sino de un nuevo tipo de autoritarismo que, si bien llega al poder vía elecciones más o menos competitivas, luego, desde el poder y haciendo un uso abusivo de los mecanismos democráticos, corroe a la democracia gradualmente desde adentro, como bien analizan Levitsky y Ziblatt en su libro “Cómo mueren las democracias”.

La segunda característica es que el actual declive democrático no se circunscribe únicamente a las democracias emergentes, sino que también alcanza a aquellas que, hasta hace poco, considerábamos consolidadas, como lo evidenció el asalto al Capitolio estadounidense el 6 de enero de 2021 así como la irrupción de líderes populistas y democracias iliberales en algunos países europeos.

Los datos que surgen de los principales índices que miden la calidad de la democracia a nivel global y los numerosos artículos y libros que se han publicado en los últimos años ofrecen una doble lectura. La doctrina no es pacífica en este terreno. Como en Historia de dos ciudades, la fascinante novela de Dickens, mientras para algunos autores asistimos al mayor número de democracias que la humanidad ha visto en su historia, para otros, en cambio, la democracia atraviesa actualmente uno de los momentos más complejos y desafiantes desde el inicio de la tercera ola democrática.

Un aspecto muy importante por resaltar es el cambio radical que sufrió el debate en estas tres últimas décadas. En este corto tiempo pasamos del optimismo exultante de Francis Fukuyama a posiciones más cautas o incluso pesimistas reflejadas en libros (para citar solo unos pocos) tales como el “Ocaso de la democracia y la seducción del autoritarismo” de Anne Applebaum, “El pueblo contra la democracia” de Yascha Mounk, “The crisis of democratic capitalism” de Martín Wolf, “Cómo terminan las democracias” de David Runciman y “Malos vientos: salvar la democracia de la ira rusa, la ambición china y la complacencia estadounidense” del profesor de Stanford Larry Diamond (2022), autor este último que advierte acerca del peligroso proceso de “recesión democrática” que está teniendo lugar a nivel global.

Otros expertos, en cambio, si bien reconocen que las democracias en muchos países del mundo enfrentan serios desafíos y amenazas, y que de no adoptarse las medidas correctivas necesarias la situación podría incluso agravarse, ponen el acento en que vivimos en el período más democrático de la historia de la humanidad. Más que en los retrocesos democráticos, estos autores resaltan los sorpresivos niveles de resiliencia democrática que existen en muchos países, así como las dificultades que también enfrentan determinados regímenes autoritarios para consolidarse y legitimarse. Esta es la posición que esbozan, entre otros, Steve Levitsky y Lucan Way en un reciente artículo que lleva por título “Democracy Surprising Resilience” publicado en el Journal of Democracy a inicios de octubre de 2023.

Por su parte, un estudio reciente realizado por la Open Society Foundation (OSF) en 30 países del mundo y publicado en el periódico inglés The Guardian, revela la paradoja que existe en relación con la percepción de la democracia. Aunque esta sigue siendo ampliamente valorada, se encuentra bajo el escrutinio de diversos desafíos que incluyen la desigualdad, la corrupción y las amenazas del cambio climático y de la inteligencia artificial. Es decir, mientras que existe una demanda constante de democracia y confianza en sus pilares fundamentales, simultáneamente surgen dudas sobre su eficacia para producir resultados tangibles a la vez que se observa un resurgimiento del autoritarismo. Notablemente, el estudio señala que los jóvenes son más escépticos que las generaciones de mayor edad acerca de la capacidad de la democracia para satisfacer sus expectativas.

Esta recesión democrática -me incluyo entre los expertos que tienen una mirada más crítica acerca de la situación actual de la democracia- tiene lugar en un escenario de “desorden internacional” caracterizado por una “polycrisis” y una “permacrisis”; es decir, un momento histórico marcado por múltiples crisis globales que se desarrollan al mismo tiempo en una escala casi sin precedentes y que dan lugar a un período prolongado de inestabilidad, inseguridad y sobre todo de marcada incertidumbre.

En efecto, la ilegítima y brutal invasión rusa a Ucrania, el gravísimo conflicto entre Israel y Hamas; una agenda geopolítica sobrecargada de puntos calientes, las tensiones entre Estados Unidos y China, la desaceleración económica, el aumento de las tasas de interés para hacer frente a la inflación, el debilitamiento del multilateralismo, la parálisis del sistema de defensa colectiva global, una profunda reconfiguración geoeconómica y geopolítica y la reformulación de la globalización suman mayor volatilidad, complejidad y tensión.

A todo ello debemos sumarle -como nos advierte Thomas Freedman en su libro “Gracias por llegar tarde”- no solo la cantidad de cambios, sino la velocidad de estos y su carácter marcadamente disruptivo, potenciados por la amenaza del colapso ecológico y el impacto de la inteligencia artificial; combinación de factores y tendencias que añaden nuevos desafíos y amenazas existenciales a las democracias del siglo XXI.

Como bien señala Harari en su libro 21 lecciones para el siglo XX

La sensación de desorientación y de fatalidad inminente se agrava por el ritmo acelerado de la disrupción tecnológica que se inició con la irrupción del internet en la década de 1990 y su permanente aceleración desde entonces). Al sistema político democrático le cuesta tratar con las revoluciones que están teniendo lugar, de manera simultánea, de la tecnología, la información y la biotecnología. (2018, p. 24).

Y agrega: “la humanidad está perdiendo la fe en el relato liberal que ha dominado la política global en las últimas décadas, exactamente cuando la fusión de la biotecnología y la info tecnología nos enfrenta a los mayores desafíos que la humanidad ha conocido” (2018, p. 21).

El reciente Informe de IDEA Internacional, “El estado de la democracia en el mundo y las Américas: 2023. Los nuevos pesos y contrapesos” presentado en Estocolmo, Suecia, el pasado 2 de noviembre de 2023, señala que casi la mitad (85) de los 173 países estudiados sufrieron una disminución en al menos un indicador clave del desempeño democrático en los últimos cinco años. Estamos en presencia de otro año de declive de la democracia a nivel global. En el 2022 una vez más los países con descensos netos superaron en número a los que registraron avances. Esta es la caída consecutiva (seis años seguidos) más larga desde 1975 y ninguna región del mundo permanece inmune a esta tendencia. Este declive democrático es la consecuencia de varios factores que han provocado la erosión de los “controles y equilibrios” formales en tres ámbitos principales: en el de las elecciones, los parlamentos y los tribunales de justicia.

En la misma línea del informe de IDEA Internacional, las conclusiones que se desprenden de otros estudios que también miden la calidad de la democracia -como el de la Unidad de Inteligencia de The Economist y el del proyecto de la universidad de Gotemburgo, V-DEM, para citar dos de los más reconocidos-, son igualmente preocupantes. Permítanme destacar, por la limitación de tiempo, solo dos tendencias principales que surgen de estos últimos informes:

La primera: Según el último Índice de la Democracia que elabora la Unidad de Inteligencia de The Economist, solo el 8% de la población mundial vive en democracias plenas, mientras los regímenes híbridos y autoritarios abarcan el 56,9% de los 167 países y territorios que cubre el estudio. Por su parte, el último informe del proyecto V-DEM señala que el nivel global de democracias en 2022 ha retrocedido a los niveles de 1986 y, por ende, los avances globales de la democracia de los últimos 35 años han sido eliminados.

Y la segunda: la cantidad de personas que cree que la democracia es la mejor respuesta a los problemas ha disminuido del 52,4% al 47,4% durante el último quinquenio, agravado por el hecho de que un 52% ve en un gobierno fuerte y ajeno a la institucionalidad democrática una solución legítima a sus problemas (frente al 38% que lo consideraba hace unos años).

Sin embargo, y pese a estos datos y tendencias negativas, cabe tener presente que el mundo es hoy significativamente más libre que hace 50 años; que muchas democracias vienen demostrando niveles importantes de resiliencia; que en numerosos países amplios sectores demandan y luchan por vivir en democracia; y que varios regímenes autoritarios encuentran importantes niveles de resistencia a la vez que experimentan serias dificultades para lograr legitimarse y consolidarse. En resumen: la democracia en el mundo está bajo fuerte acoso y en declive, pero en modo alguno está derrotada.

 

3.       Situación de la democracia en América Latina y sus principales tendencias

Sin perjuicio de algunas diferencias, los principales informes sobre la calidad de la democracia en América Latina muestran un escenario regional de luces y sombras, heterogéneo y crecientemente preocupante. Por un lado, destacan, pese a todos sus déficits y promesas incumplidas, los 45 años de vida democrática que la región acumula desde el inicio de la tercera ola democrática en América Latina; proceso que puso fin a la larga pesadilla autoritaria y que constituye el proceso democrático de mayor duración y extensión geográfica de toda nuestra historia. Pero, por el otro, observamos con justificada preocupación un proceso de estancamiento, erosión, deterioro o retroceso democrático (según el país en cuestión) gradual, pero constante, desde los años 2007-2008 a la fecha.

Me incluyo entre los analistas que consideran que la democracia en nuestra región atraviesa su momento más delicado desde fines de la década de los años ochenta del siglo pasado. Si como analizamos previamente, las características del escenario global son adversas para el avance y fortalecimiento de la democracia, el contexto regional latinoamericano presenta igualmente serios retos y amenazas para esta.

En efecto, más allá de los desafíos políticos y de cultura democrática que analizaremos en breve, los déficits estructurales de América Latina, agravados por la herencia envenenada que dejó la pandemia en materia económica y social: una nueva década perdida en términos económicos, crecimiento anémico, aumento de la pobreza y desigualdad, y un largo etcétera, generan fuertes condicionamientos y severas limitaciones para el funcionamiento óptimo de la democracia y su capacidad de dar resultados (delivery) oportunos y eficaces a las demandas de una ciudadanía crecientemente empoderada y frustrada.

Debido a la limitación de tiempo, deseo compartir brevemente con ustedes las 6 principales tendencias que observo en relación con el estado actual de la democracia en nuestra región.

a)   La heterogeneidad que existe en materia de regímenes políticos y el declive en materia de calidad de la democracia. La región es una, pero diversa a la vez, ya que existen diferencias importantes en materia de desarrollo democrático entre los países latinoamericanos. De acuerdo con el “Índice de la democracia 2022” de la Unidad de Inteligencia de The Economist (2022), la región latinoamericana vuelve a sufrir por séptimo año consecutivo un nuevo descenso, pasando de un puntaje de 5,83 a 5,79, el más bajo desde que inició la medición en 2006. Pese a ello, América Latina sigue siendo la tercera región del mundo con el puntaje promedio más alto solo por detrás de América del Norte y de Europa occidental.

De los 20 países de la región, solo tres califican como democracia plena. Uruguay -casi siempre- y Chile y Costa Rica que entran y salen de esta primera categoría según el año de medición. Otros cinco países son calificados como democracias defectuosas o incompletas: Argentina, Brasil, Colombia, Panamá y República Dominicana. Ocho países son considerados regímenes híbridos: El Salvador, Guatemala, Bolivia, Paraguay, Honduras, Ecuador, México y Perú. Por su parte, cuatro países son clasificados como regímenes autoritarios: Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití (este útilmente convertido en un Estado fallido).

Como consecuencia de todo ello, solo el 4% de la población latinoamericana vive en una democracia plena, el 45% habita en regímenes híbridos o autoritarios y el 62% reside en países cuyo puntaje disminuyó en 2022.

b)  Si la situación actual del estado de la democracia es preocupante, las tendencias de deterioro y de declive democrático en varios países son aún más preocupantes. Un balance de la evolución del estado de las democracias en nuestra región muestra tres hallazgos principales.

El primero, pese a los importantes niveles de resiliencia, durante los últimos años y, especialmente como consecuencia de medidas adoptadas durante la pandemia, casi la mitad de las democracias han experimentado un proceso de erosión en sus componentes básicos. El segundo, el declive democrático ha sido mayúsculo. Durante los últimos 15 años, la región perdió 11 democracias: tres degeneraron en sistemas autoritarios (Venezuela, Nicaragua y Haití) uniéndose a Cuba, y ocho descendieron a la categoría de regímenes híbridos (El Salvador, Guatemala, Bolivia, Paraguay, Honduras, Ecuador, Perú y México). Y, el tercero, las dictaduras y los regímenes híbridos han venido profundizando su deriva autoritaria en un número importante de países.

c)  Constatamos un nivel creciente de acoso y amenazas a los medios de comunicación y periodistas, a los defensores de los derechos humanos, a líderes sociales y defensores del medio ambiente. En 2022, de los 67 periodistas asesinados en el mundo, 30 fueron en nuestra región. Estos ataques a la libertad de expresión y de prensa constituyen el “canario en la mina”, que alerta de manera temprana los riesgos inherentes a un gradual deterioro democrático y un avance autoritario.

d)  Otra tendencia negativa son los frecuentes ataques a la independencia de los poderes judiciales, a los órganos autónomos de control y, últimamente, a los organismos electorales.

e)   Asimismo, los datos de cultura política son igualmente preocupantes. De acuerdo con Latinobarómetro 2023, solo el 48% de los latinoamericanos apoya la democracia, lo que significa una caída de 15% desde 2010 (63%). Otro factor que llama la atención es la brecha generacional que se está abriendo, ya que los jóvenes registran una mayor preferencia a los autoritarismos que las personas de mayor edad y un menor nivel de apoyo a la democracia. De igual modo, la indiferencia entre un gobierno autoritario o uno democrático pasó del 16 al 28% en apenas trece años. Por su parte, en las últimas dos décadas quienes suscriben la frase “no me importaría que un régimen no democrático llegara al poder si resolviese los problemas” creció de 44% a 54%.

A estas cifras hay que sumarles lo que llamo los “consensos regionales negativos”: más del 69% de los latinoamericanos (promedio regional) no están satisfechos con el funcionamiento de la democracia y para el 73%, también promedio regional, los políticos no gobiernan para ayudar a las mayorías, sino en su propio beneficio y para favorecer a grupos poderosos (Latinobarómetro, 2020).

f)    Otros dos fenómenos, la corrupción y la inseguridad ciudadana, presentan tendencias igualmente negativas. Respecto de la primera, el último Índice de Transparencia Internacional 2023 sobre percepción de la corrupción evidencia un estancamiento en la lucha contra este flagelo tanto a nivel global como regional latinoamericano. El puntaje promedio para las Américas se mantiene estancado en 43 puntos. Solo 3 naciones están por encima de los 50 puntos: Uruguay (74 puntos), Chile (67) y Costa Rica (54). El resto de los países salen nuevamente aplazados en la lucha contra la corrupción.

Y en relación con el segundo fenómeno -inseguridad- cabe apuntar que América Latina con solo el 8% de la población mundial concentra más del 35% de los crímenes a nivel mundial, lo cual la convierte en una de las regiones más violentas y, al mismo tiempo, más desiguales del mundo.

Respecto de este último fenómeno, el informe de IDEA Internacional (2023) advierte que la mayoría de los gobiernos de la región han fracasado en responder de manera oportuna, eficaz y democrática a las causas profundas del aumento del crimen violento, y muchos han recurrido a garantizar más poder a las fuerzas armadas, aumentando el gasto en defensa y expandiendo la militarización en seguridad pública e inmigración.

A partir de la propagación del modelo Bukele (lo que he denominado la bukelización de la política) que ofrece resultados eficaces, de momento, en la lucha contra la delincuencia, pero que viene acompañado de serias violaciones a los derechos humanos, debilitamiento del Estado de derecho y deterioro democrático, advertimos con preocupación una moda en nuestra región por la emergencia de candidatos o mandatarios de diversa orientación ideológica que proponen replicar este seductor pero peligroso modelo de lucha contra el crimen organizado. La bukelizacion de la política es muy peligrosa, ya que ofrece una metodología efectiva de cómo desmantelar una democracia con apoyo popular y seguir siendo popular.

Urge, por ello, que los Gobiernos latinoamericanos pongan en marcha políticas de seguridad que al tiempo que sean eficaces en el combate de la delincuencia y el crimen organizado sean también democráticas, respetuosas de los derechos humanos y del Estado de derecho. El desafío es mayúsculo como también lo son los riesgos en caso de fracasar. O encontramos soluciones democráticas al desafío de la inseguridad -hoy convertido en el principal riesgo político- o arriesgamos un creciente apoyo ciudadano a propuestas autoritarias.

Finalmente, en el plano latinoamericano, constatamos un debilitamiento del consenso regional a favor de la democracia -que sí existía hace dos décadas y que permitió en 2001 adoptar la Carta Democrática Interamericana-; debilitamiento que viene acompañado de una desactualización de los mecanismos regionales de promoción y defensa de la democracia para dar respuestas oportunas y eficaces a las amenazas provenientes de un nuevo tipo de autoritarismo.

Pese a este cuadro regional adverso, un balance equilibrado evidencia que no todo es negativo. Durante los últimos años hemos visto desarrollos positivos que permiten abrigar esperanza y que constituyen áreas sobre las cuales podemos y debemos trabajar para construir una sólida línea de defensa democrática en nuestra región.

Entre ellas cabe mencionar: la resiliencia de la democracia en contextos muy desafiantes; la celebración ininterrumpida del calendario electoral -aún durante la pandemia- reafirmando de este modo que las elecciones son la única vía legítima de acceso al poder; el compromiso de procesar las crisis políticas con apego a la Constitución; la búsqueda de canalizar la protesta social por vías institucionales; una ciudadanía empoderada y activa que reclama y defiende en las calles sus derechos y demandas; los avances logrados en materia de derechos de las mujeres -importantes pero aún insuficientes-, de grupos LGTBIQ+, de pueblos indígenas y afrodescendientes; y, sobre todo, la lucha valiente y en condiciones muy difíciles y peligrosas, de periodistas, defensores de derechos humanos y líderes sociales y ambientales –a un costo humano y profesional enorme- en favor de los derechos humanos, la libertad de expresión, el medio ambiente y la democracia.

 

4.       Elecciones y democracia: situación actual y tendencias

Dentro de este cuadro regional preocupante en materia de calidad de la democracia, América Latina es epicentro de un intenso superciclo electoral que inició en 2021 y concluirá en 2024. Desde 2021 hasta ahora, se han celebrado 10 elecciones presidenciales democráticas: Ecuador, Perú, Chile y Honduras en 2021; Costa Rica, Colombia y Brasil en 2022; y Paraguay, Guatemala y Ecuador en 2023. También tuvo lugar en 2021 una farsa electoral en Nicaragua. Argentina por su parte llevó a cabo la primera ronda de su proceso electoral en octubre y su balotaje el 19 de noviembre de 2023.

Mirando hacia el futuro, el 2024 se erige como el año culminante de este superciclo, el cual presenta seis elecciones presidenciales de suma importancia en El Salvador (febrero), Panamá y República Dominicana (mayo), México (junio); y Uruguay y Venezuela en el segundo semestre; comicios cuyos resultados están destinados a redibujar el mapa político latinoamericano.

De este super ciclo electoral surgen varias tendencias significativas. Nuevamente, por la limitación de tiempo, apuntaré solo seis.

Primero, destaca el "voto castigo" contra los partidos en el poder, una constante en la mayoría de los países, con las notorias excepciones de Paraguay, donde se mantuvo el oficialismo, y Nicaragua, que celebró elecciones sin niveles mínimos de integridad electoral. Desde 2019, los partidos gobernantes han enfrentado derrotas en 17 de las 18 elecciones presidenciales democráticas.

En segundo lugar, los balotajes están tomando un rol central en la definición de los mandatarios, donde es notable la frecuencia con la que los resultados se revierten en esta segunda ronda. De los últimos 8 balotajes (2021-2023), cinco han supuesto un cambio en la tendencia inicial. Este fenómeno quedó evidenciado nuevamente este año en Ecuador y Guatemala y se anticipa una competición reñida en Argentina, con un giro sorpresivo tras las elecciones primarias.

Una tercera tendencia es el resurgimiento de gobiernos de izquierda o progresistas, con matices variados entre ellos y en un escenario regional e internacional distinto al de la llamada primera "marea rosa" anterior.

En cuarto lugar, enfrentamos una creciente fragmentación política y desafíos de gobernabilidad. Ejemplos de ello son los casos recientes de Ecuador y Guatemala, donde los presidentes electos tendrán que gobernar con un apoyo legislativo limitado, lo que obliga a la formación de coaliciones frágiles que podrían complicar la estabilidad política y la implementación de reformas necesarias.

Una quinta tendencia pasa por la emergencia de los candidatos que denomino PAP: personalistas, antisistema y populistas. Estos candidatos, independientemente de su inclinación ideológica, comparten un enfoque de liderazgo con tintes autoritarios y una gestión gubernamental que a menudo desafía las normas institucionales.

Sexta y última, la hiperpolarización política está alcanzando niveles alarmantes. El espacio para posturas moderadas se erosiona mientras candidatos con posiciones extremas ganan terreno. Esta polarización, exacerbada por el uso indebido de las redes sociales, está alimentando un ambiente de violencia política y desconfianza, poniendo en jaque los cimientos de la democracia que con seguridad se agravará como consecuencia del mal uso de la inteligencia artificial en las campañas electorales.

Dentro de este marco de tensión, se ha vuelto una práctica común que los candidatos derrotados impugnen los resultados electorales y emprendan campañas de descrédito contra las autoridades electorales, como se ha evidenciado en Perú en 2021. Situaciones similares en Brasil y México, donde líderes políticos han lanzado acusaciones infundadas contra organismos electorales, ponen en riesgo la estabilidad democrática. Estos ataques a las instituciones electorales indican un nivel de polarización que no solo afecta la política actual, sino que también siembra incertidumbre para el futuro de la democracia en la región.

 

5.       Reflexión final

Como se desprende de nuestro análisis, la democracia en América Latina muestra signos combinados de resiliencia y de deterioro. Ante los impactos concurrentes de las múltiples capas de crisis, el escenario para los próximos años se presenta complejo y desafiante. Hay que prepararse para enfrentar “tiempos recios”.

¿Qué hacer, entonces, frente a este cuadro regional complejo y retador?

La amenaza a la democracia, su estancamiento, deterioro o retroceso son reales y no deben ser subestimados. El tamaño del desafío obliga a evitar caer en un pesimismo paralizante. Exige al mismo tiempo diseñar y poner en marcha una agenda rigurosa que ponga foco en siete prioridades dirigidas a proteger, fortalecer y relegitimar a la democracia.

Primero y lo más importante: debemos repensar la democracia para dotarla, como aconseja Innerarity, de una teoría más sofisticada que le permita a la democracia gobernar la complejidad y dar respuestas eficaces a las demandas del siglo XXI. Como bien señala el citado académico, “la principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad” (Innerarity, 2019, p. 3). No podemos pretender seguir gobernando a nuestras sociedades con instituciones diseñadas en el siglo XIX y con paradigmas del siglo XX. Urge avanzar rápidamente en el ámbito de la innovación político-institucional con el objetivo central de encontrar soluciones democráticas a los problemas de la democracia para evitar que el malestar en la democracia se convierta en malestar con la democracia.

Segundo, mantener y fortalecer la resiliencia electoral para garantizar la legitimidad de origen. Para ello es crítico blindar a los organismos electorales de los crecientes ataques que vienen sufriendo. Igualmente, importante es complementar la legitimidad de origen con la legitimidad de ejercicio –con división de poderes- cumpliendo con los principios establecidos en los artículos 3 y 4 de la Carta Democrática Interamericana.

Tercero, recuperar la centralidad de la política, restablecer la confianza de la ciudadanía en las instituciones -partidos políticos y congresos- y en las élites políticas, poner en marcha programas dirigidos a fortalecer los valores y actitudes democráticas, y abrir nuevos canales de escucha, participación y deliberación ciudadana.

Es preciso reimaginar el papel del ciudadano, agregándole a su condición de elector dimensiones de carácter participativo y deliberativo que le permitan tener un mayor protagonismo en los procesos de toma de decisión y en la elaboración de políticas públicas. En otras palabras, necesitamos transitar de una democracia de electores a una de ciudadanos y ciudadanas.

Cuarto, robustecer el Estado de derecho -la gran asignatura pendiente de la democracia latinoamericana- no solo para garantizar la defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión, sino también para luchar con eficacia en contra de la corrupción e inseguridad ciudadana y poner fin a la impunidad.

Quinto, la combinación de "sociedades fatigadas", "calles calientes" y "urnas irritadas", junto con la brecha entre la magnitud de los problemas y la capacidad menguada de los gobiernos para dar respuestas oportunas y eficaces, colocan a la gobernabilidad en el centro de la agenda regional. Es urgente dar respuesta a este reto, acompañando a la democracia de buen gobierno y de un Estado moderno, robusto y estratégico, transparente, que rinda cuentas, con solvencia fiscal y capacidad de dar resultados concretos y oportunos a los problemas reales de la gente.

Sexto, atender con urgencia la dimensión social de la democracia. El ejercicio de la libertad debe estar necesariamente vinculado a algún sistema efectivo de seguridad social. Para ello es necesario renegociar los contratos sociales y reducir los altos niveles de desigualdad que caracterizan a muchas de nuestras democracias.

Séptimo, a nivel regional hay que recuperar el consenso sobre el concepto de democracia y actualizar y reforzar los mecanismos de protección de la democracia -con foco en la Carta Democrática Interamericana- para que complementen y apoyen a aquellos existentes a nivel nacional.

Esta es la agenda que en mi opinión América Latina necesita poner en marcha con urgencia. Por un lado, con capacidad de brindar respuestas tanto a los viejos problemas del siglo XX que aún siguen pendientes como a los nuevos desafíos del siglo XXI, en especial los del cambio climático y los de la IA; y, por el otro lado, que permita avanzar hacia una democracia de nueva generación, más inclusiva y resiliente, verde y digital. Y la mejor manera de hacerlo, como bien aconsejaba Albert O. Hirschman (2013, p. 22), es “poniendo foco en lo posible más que en lo probable” (número de página).

Queridas amigas y amigos la historia enseña que el triunfo de la democracia no está garantizado, pero tampoco su ocaso es una certeza. Ambos futuros son posibles. El siglo XX fue sin duda el siglo de la democracia como bien nos recuerda Amartya Sen. La democracia fue, pese a todos los desafíos, la gran ganadora de los choques ideológicos del pasado en contra del fascismo, del nazismo y del comunismo.

Pero el camino de la democracia, como hemos visto durante estos 2500 años (desde que Clístenes y Pericles la establecieran en Atenas cinco siglos antes de Cristo) y a lo largo de sus tres olas, no es recto ni está exento de desafíos, obstáculos y amenazas. La democracia no está condenada a suicidarse como pensaba John Adams, primer vicepresidente y segundo presidente de los EE. UU. Pero tampoco creo, que como vaticinara Fukuyama, al final de la historia encontraremos inexorablemente a la democracia liberal.

La democracia tiene a su favor que es el más adaptable de los regímenes políticos conocidos, el que permite autocorregirse periódicamente vía elecciones y, como afirmaba Karl Popper, el único régimen político que nos permite librarnos de nuestros gobernantes sin derramamiento de sangre. Pero para que la democracia tenga futuro, para que nosotros tengamos un futuro prometedor dentro de la democracia, debemos luchar y trabajar de manera ardua y permanente para hacer realidad su promesa.

En resumen, la democracia, como dice Sartori, antes que nada y sobre todo es un ideal. Pero también, como acertadamente nos recuerda Touraine es un trabajo. En definitiva, la democracia es una “construcción permanente” que hay que reinventar, recrear, perfeccionar y defender todos los días. No hay democracia sin demócratas comprometidos.

Mucho dependerá de la calidad del liderazgo político, de la legitimidad de las instituciones, de la capacidad de dar resultados oportunos y eficaces a las demandas ciudadanas, pero, sobre todo, de nuestro compromiso con los valores de la democracia y de nuestras acciones; de lo que hagamos individualmente, pero también de lo que hagamos como sociedad para encontrar respuestas democráticas a los problemas de la democracia; donde no haya hombres ni mujeres necesarios ni imprescindibles, donde los únicos necesarios, como bien señala Enrique Krauze, seamos los ciudadanos actuando libremente en el marco de la Constitución, las leyes y las instituciones.

Este es mi deseo más profundo para nuestra América latina. Los invito a que trabajemos juntos para hacerlos realidad.

MUCHAS GRACIAS

 

Referencias

Corporación Latinobarómetro (2023). Informe Latinobarómetro 2023: La recesión democrática de América Latina. Corporación Latinobarómetro.

Diamond, L. (2019). Ill Winds: Saving Democracy From Russian Rage, Chinese Ambition, and American Complacency. Editorial Penguin Press.

Freedman, T. (2018). Gracias por llegar tarde. Editorial Deusto.

Harari, Y. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Editorial Penguin Random House Grupo.

Hirschman, A. O. (2013). Political economics and possibilism. In J. Adelman (Ed.), The essential Hirschman (pp. 1–34). Princeton University Press.

IDEA Internacional (2023). El estado de la democracia en el mundo y las Américas: 2023. Los nuevos pesos y contrapesos. IDEA Internacional.

Innerarity, D. (2019). Complicar la democracia. Conferencia pronunciada en l’acte solemne del lliurament dels Premis Anuals d’Amics del País celebrat al Saló de Cent de l’Ajuntament de Barcelona. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.amicsdelpais.com/public/docs/844_tk_innerarity_2018_web.pdf

Levitsky, S. y Ziblatt, D. (2018). Cómo mueren las democracias. Editorial Ariel.

Naím, M. (2022) La revancha de los poderosos: Cómo los autócratas están reinventando la política en el siglo XXI. Editorial Debate.

Open Society Foundation (OSF) (11 set., 2023). Younger people more likely to doubt merits of democracy.  The Guardian.

Organización de los Estados Americanos (2005). Carta Democrática Interamericana. Artículos 2, 3 y 4.

Steve Levitsky y Lucan Way (octubre de 2023). Democracy’s Surprising Resilience. Journal of Democracy, 34(4), 5-20.

The Economist (2022). Índice de la Democracia 2022. The Economist.

Transparencia Internacional (2023). Índice de percepción de la corrupción 2022. Transparencia Internacional.

V-DEM Proyect (2023). Democracy Report 2023. V-DEM Proyect.



* Conferencia magistral pronunciada en la sede del Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica. San José, Costa Rica, 6 de noviembre de 2023.

** Argentino, abogado y politólogo, correo electrónico zovatto_idea@yahoo.com. Director IDEA Internacional para América Latina y el Caribe. Tiene estudios en Relaciones Internacionales, máster en Administración Pública por la Universidad de Harvard y doctor en Derecho Internacional por la Universidad Complutense de Madrid.