PRIMER SEMESTRE 2024 NÚMERO 37 |
ISSN: 1659-2069 |
Los
desafíos de la democracia y el desarrollo humano*
José Vicente Troya
Rodríguez**
https://doi.org/10.35242/RDE_2024_37_4
Nota del Consejo Editorial
Recepción: 24 de noviembre de 2023.
Revisión, corrección y aprobación: 4 de enero de 2024.
Resumen: Centra el análisis en
los desafíos actuales que enfrenta la democracia como forma de vida; puntualmente
analiza la desigualdad, la polarización, la desinformación y el descontento
ciudadano. Concluye que, a pesar de las incertidumbres que enfrenta la
democracia, la capacidad de resiliencia y el respeto a los derechos humanos
pueden fortalecerla.
Palabras clave: Fortalecimiento de la democracia / Derechos humanos
/ Desigualdad social / Desarrollo humano / Comunicación política / Descontento
político.
Abstract: Analyzes the current challenges facing democracy
as a way of life, specifically analyzing inequality, polarization,
misinformation, and citizen discontent. It concludes that despite the
uncertainties facing democracy, resilience and respect for human rights can
strengthen it.
Key Words: Strengthening of democracy / Human rights / Social inequality / Human development / Political communication / Political discontent.
1.
Introducción
Debo dedicar mis palabras
iniciales a manifestar al Tribunal Supremo de Elecciones las más profundas
gracias en nombre del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
por el reconocimiento que nos hace al otorgarnos el premio Cátedra de la
Democracia 2023. Recibimos este premio reafirmando el compromiso de nuestra
organización con los derechos humanos, la democracia y el desarrollo
sostenible. Además, lo hacemos reconociendo que en la ruta que nos ha conducido
hasta aquí hemos caminado junto a muchas instituciones públicas, agencias
hermanas del Sistema de Naciones Unidas, organizaciones y personas, unidos y
unidas por ideales comunes sobre el fortalecimiento de la institucionalidad y
convivencia democráticos. Algunas de ellas están presentes aquí el día de hoy y
por eso les hago llegar nuestro reconocimiento, porque este premio es también
de ustedes.
Decía Eleanor Roosevelt:
¿Dónde comienzan los
derechos humanos? En los pequeños lugares, cerca de casa. Son tan cercanos y
tan pequeños que no son visibles en ningún mapa del mundo. Aun así, conforman
el mundo de toda persona: el vecindario en el que vive, la escuela o universidad
a la que asiste; la fábrica, granja u oficina donde trabaja. Estos son los
lugares donde cada hombre, mujer, niño y niña busca la igualdad de justicia, la
igualdad de oportunidades y la igualdad de dignidad sin discriminación. A no
ser que estos derechos tengan significado en estos lugares, no tendrán
significado en ningún otro lado. Sin la acción concertada de la ciudadanía para
defenderlos cerca del hogar, buscaremos en vano el progreso en el mundo más
amplio. (1953)
Esta reflexión es
completamente válida para la democracia, porque no podemos explicarla si no
recurrimos a la cotidianidad de las relaciones sociales, a los valores que
inspiran la interrelación personal y los ideales colectivos que impulsan la
toma decisiones.
Los edificios visibles de
la democracia están construidos sobre la voluntad y el compromiso de las
personas. No se pueden sostener por la sola prescripción de la norma ni por
algún artilugio jurídico; requieren de la confianza y adhesión mayoritaria de la
sociedad que los ha elegido como forma de gobierno. Permítaseme, entonces,
abordar esta conferencia desde la óptica de las personas en la sociedad
democrática y plantear desde ese lugar algunos de sus desafíos.
Hasta hace poco, la
democracia se entendía en nuestros países como un camino empinado, difícil de
recorrer, pero hasta cierto punto inevitable. No había alternativas de
legitimidad del poder público. Contravenir las reglas democráticas, al menos de
forma evidente y grosera, podía conllevar consecuencias que se preferían
evitar. Eso ha cambiado en años recientes. Los discursos que cuestionan a la
democracia y que proponen otras vías se escuchan cada vez más, ante la aparente
indiferencia de muchos de aquellos que solían defenderla.
La subsistencia de la
democracia, como sistema político, depende de su capacidad de convertirse en un
instrumento eficiente para resolver los problemas cotidianos de las personas.
La democracia persevera a través de las obras, no de los conceptos teóricos. Si
su ejercicio no inspira, no convoca; si no ofrece resultados visibles y
tangibles para las personas, ¿cómo podemos esperar su afiliación y compromiso?
¿Por qué alguien que vive en permanente exclusión social, sin ningún atisbo de
mejora para su vida, la de su familia o la de su comunidad, debería mantener la
confianza en el sistema que no le da respuestas?
2.
El desafío de la desigualdad
Hace unos años, el PNUD
(2004) elaboró un informe titulado “La democracia en América Latina. Hacia una
democracia de ciudadanas y ciudadanos”, que reunió a un destacado grupo de
investigadores y pensadores dirigido por Dante Caputo. Quizás no fue el primero
y ciertamente no ha sido el único, pero de manera categórica este estudio
advertía sobre la urgencia para la democracia de dar respuesta a los retos de
la pobreza y la desigualdad. Es decir, la democracia no es un régimen político
que se justifica solo por sus mecanismos de elección, debe justificarse,
también, por proveer condiciones para garantizar todos los derechos humanos,
incluyendo los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Con el
paso de los años encontramos algunos avances, especialmente en legislación y
creación de instituciones, pero la evidencia muestra muchos retrocesos e
insuficientes resultados para erradicar la pobreza y garantizar condiciones de
igualdad. Y este no es un fenómeno exclusivo de la región latinoamericana. Lo
cierto es que la desigualdad explica dinámicas similares de deterioro de la
afiliación democrática en otros lugares del mundo, algunos de ellos inesperados
hasta hace pocos años.
La democracia, como los
derechos humanos, está sustentada en el principio de igualdad. Igualdad de
derechos que debe traducirse en igualdad de oportunidades y, en ocasiones,
igualdad en los resultados, cuando las asimetrías estructurales preexistentes
impiden una distribución basada en la justicia. Desde ese punto de vista,
desigualdad en democracia representa un oxímoron.
Para el desarrollo
humano, que lo entendemos desde el PNUD como la máxima expansión posible de las
libertades y oportunidades de las personas para vivir vidas largas, saludables
y creativas; para avanzar en otras metas que se reconocen valiosas, y para comprometerse
activamente en modelar el desarrollo de forma equitativa y sostenible en un
planeta compartido, la desigualdad y la pobreza constituyen problemas que deben
resolverse, así como deben enfrentarse los desafíos del autoritarismo y la
tiranía.
En ese sentido, desde el
PNUD coincidimos con los esfuerzos encaminados a encontrar soluciones que
pongan fin a la pobreza y que resuelvan las condiciones de desigualdad en todos
los ámbitos. Generamos información para visualizar la magnitud, localización y
la manera en que lo problemas afectan la calidad de vida de las personas.
Diversos estudios sobre
derechos de las mujeres e igualdad de género nos muestran avances importantes,
pero insuficientes. Debemos reconocer el avance fundamental en materia de
paridad horizontal para las próximas elecciones municipales en Costa Rica, lo
cual es un hito en la lucha de las mujeres por la igualdad. Sin embargo, falta
mucho para lograr que esta prescripción normativa se traduzca en condiciones
realmente igualitarias en todos los aspectos vinculados a su participación
política, pasando por el financiamiento, acceso a medios de comunicación,
capacitación, prevención y atención de la violencia política, entre otros
recursos fundamentales para competir en igualdad de condiciones.
En este punto es
necesario reconocer el valor y la resiliencia de las mujeres en su liderazgo
político. En un año como este cuando celebramos 100 años de la Liga Feminista,
debemos aplaudir todo ese difícil recorrido, con pocas satisfacciones que, sin
embargo, ha conducido a que las mujeres mantengan su presencia y levanten una
voz indispensable para la democracia. No puede ser de otro modo. ¿De qué clase
de democracia estamos hablando si excluye u obstaculiza la intervención de más
de la mitad de la población? Las mujeres participan más en las organizaciones
de base, pero con más barreras, deliberadamente impuestas, conforme se aspira a
puestos de elección de mayor importancia. Es claro, también, que se mide con
reglas distintas el desempeño de las mujeres en la función pública, con un
rigor y exigencia no visto para los hombres. Sin embargo, a la hora de resolver
los problemas próximos, cotidianos y urgentes encontramos una capacidad de
respuesta a menudo superior.
En ese punto, quiero
contarles una anécdota significativa para los propósitos de esta intervención.
Durante la emergencia sanitaria por el COVID-19, en medio de la restricción de
movilidad que afectó el intercambio de bienes y servicios, un grupo de mujeres
indígenas denominado Kábata Könana, del territorio Cabécar de Talamanca,
desarrolló una iniciativa solidaria y sustentable mediante la combinación entre
tecnología y conocimientos ancestrales, para garantizar la seguridad
alimentaria de todas las comunidades de la región de Talamanca. Es un verdadero
modelo de resiliencia comunitaria ante el cambio climático y la pandemia
dirigido al intercambio de productos para satisfacer las necesidades
alimenticias y medicinales de los diferentes grupos comunitarios. Crearon
una economía basada en el trueque a falta de dinero circulante. ¿No es esto
un ejemplo de liderazgo, sagacidad, solidaridad y participación comunitaria?
Por esta muestra de cómo se puede acrecentar el tejido social y económico en
épocas de adversidad, este grupo de mujeres indígenas recibió el Premio
Ecuatorial 2021 que otorga el PNUD.
La desigualdad afecta por
distintos motivos a las personas y grupos de la población. A través de un
análisis interseccional identificamos diversas formas de desigualdad y
discriminación que indefectiblemente siempre afectan más a las mujeres.
En el PNUD generamos
instrumentos de conocimiento para orientar la toma de decisiones de política
pública, como el Atlas de Desarrollo Humano Cantonal, que muestra el resultado
de la distribución de desigualdad de recursos, servicios y oportunidades en el
territorio, en una suerte de espiral que deja a la periferia con mayores grados
de exclusión. Según el informe de análisis del atlas publicado este año, hay
una relación directa entre menos desarrollo humano y menor participación
política en las elecciones nacionales (PNUD, 2023). Si sobreponemos el mapa de
la desigualdad al del abstencionismo electoral, calzan perfectamente.
Recordaremos esto más adelante cuando nos refiramos al desencanto con el
sistema.
Desde luego, sumado al
género y territorio, encontramos desigualdades por razones étnicas, raciales,
culturales, educativas, entre otras. Una mirada a los desafíos que enfrentan
los pueblos indígenas, la población afrodescendiente o las personas migrantes
da cuenta de esta realidad.
En el caso de los pueblos
indígenas, además, se presentan problemas estructurales que les impiden una
mejor representación en los espacios de toma decisiones, así como precarias e
ineficientes formas de gobernanza impuestas para sus propios territorios. La
distribución de la población indígena en 24 territorios en diferentes cantones
del país, que juntos apenas alcanzan el 2% de la población (el otro 2% vive
fuera de los territorios) lo que no les permite tener influencia política en
los procesos electorales y, mucho menos, representación. Hay importantes
oportunidades, especialmente acudiendo a la legislación comparada, para
analizar formas de garantizar una voz más potente para los pueblos originarios.
La población
afrodescendiente, la cual sí ha logrado representación en diversas ocasiones en
la Asamblea Legislativa y otros órganos de deliberación, está claramente
subrepresentada en otras instancias institucionales en todos los poderes de la república.
Y la población migrante
está expuesta a una situación de vulnerabilidad, a menudo alimentada por el
temor de la falta de regularización o actitudes discriminatorias, que les
expone a riesgos de explotación y violencia. La democracia debe ofrecer
protección y garantía de los derechos humanos a cualquier persona en el
territorio del Estado.
Personas con discapacidad
siguen enfrentando desafíos importantes para el respeto de sus derechos. A
menudo se encuentra que la situación de vulnerabilidad de un grupo es
equivalente a la precariedad de los recursos institucionales para protegerles.
Y finalmente, sin que
esto sea una lista exhaustiva de desigualdad, sino solamente ilustrativa,
quiero mencionar la situación de las personas transgénero, especialmente las
mujeres trans, que sufren de formas y grados de discriminación, exclusión y
violencia que deben atenderse y corregirse sin dilación, de manera
interinstitucional, con un abordaje multidimensional. Solo para ejemplificar
esta situación, el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 (PNUD, 2021, p.
50), nos dice que, por ejemplo, en Brasil, el 45% de las personas transgénero
entrevistadas no terminaron la escuela primaria debido a la discriminación y,
en Colombia, el porcentaje de personas transgénero que tienen empleo formal y
una situación laboral favorable se acerca a apenas el 5%, muy por debajo de la
media nacional de aproximadamente el 40%.
Todas estas
manifestaciones de desigualdad muestran la complejidad del problema. No solo
hablamos de la desigualdad en los ingresos, sino una desigualdad a menudo
integral que afecta todas las condiciones de la dignidad humana. Con
implicaciones directas en la democracia, encontramos la desigualdad determinada
por las asimetrías en la capacidad de incidencia en la toma de decisiones. El
mismo informe regional citado nos dice que el poder político de ciertos grupos
económicos distorsiona la dinámica democrática, a menudo con efectos concretos
en las políticas fiscales. Es necesario repensar las oportunidades y mecanismos
de participación de las personas en la toma de decisiones, especialmente en su
ámbito más cercano como su municipio y su comunidad. Diversos estudios, como la
Encuesta Nacional de Seguridad Ciudadana 2022 implementada por el PNUD (2022b)
y la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica, dan cuenta de la
potencialidad del trabajo comunitario para fortalecer la cohesión social,
restablecer la confianza interpersonal, promover el diálogo democrático y
fortalecer habilidades para la construcción de acuerdos. De nuevo traigo a
discusión la pertinencia de trabajar en los pequeños espacios, los que son más
significativos para las personas, para reconstruir y robustecer el tejido
democrático. Un ejemplo en esta arena lo protagonizan las mujeres indígenas de
ACOMUITA (Agregar entre paréntesis lo que significan estas siglas) en
Talamanca. Varias de estas mujeres son beneficiarias de los pagos que reciben
del Estado por la protección de los bosques en sus territorios mediante el
Programa Pago por Servicios Ambientales. Ellas han decidido que en lugar de
gastarse este dinero en atender la necesidad del día a día, lo ahorran para
comprar más tierras, que luego serán reforestadas y así garantizar más espacios
de vida para ellas y sus comunidades, a la par que acrecientan el patrimonio
forestal de todas y todos los costarricenses. ¿No es este un caso esperanzador
de fortalecimiento del tejido social, económico, ecológico y democrático del
país?
3.
El desafío de la polarización
Otro de los desafíos que
enfrenta la democracia es la polarización. Encontramos una lógica de
atrincheramiento inédita en los últimos años. Las posibilidades para el diálogo
y la construcción colectiva son muy escasas. Lo que prevalece es la
confrontación de dogmas, la estigmatización, la descalificación y la lógica de
tierra arrasada. Es un fenómeno global de muchas causas, que parece tener un
combustible interminable. Esto también es un signo de contradicción con la
democracia.
Desde luego, no hay que
confundir la polarización con el debate natural de la democracia. Ciertamente,
la convivencia democrática no solo tolera, sino que anima al disenso y la
confrontación de ideas, pero siempre como un ejercicio de convencimiento respetuoso.
Es tener la voluntad de convencer, pero también la disposición de dejarse
convencer con base en argumentos, sin que implique una derrota. Incluso los
debates más inverosímiles por las distancias de sus visiones son posibles y
deseables porque alimentan la democracia, la justifican como sistema de
convivencia de la diversidad. Hemos escuchado propuestas disruptivas de diálogo
entre posiciones conservadoras y sus antípodas que muestran la posibilidad de
establecer un intercambio respetuoso, constructivo y transformador, porque en
este ámbito, aunque una posición no cambie, la voluntad del diálogo nos
transforma como personas y como sociedad. En Costa Rica está ocurriendo eso,
por ejemplo, a través de la iniciativa del Departamento Ecuménico de Investigaciones
(DEI) denominada Diálogos Impensados mediante la cual se buscan aventurar, por
ejemplo, conversaciones entre organizaciones de fe y organizaciones feministas.
Contrario al debate
abierto y respetuoso, cualquier esfuerzo de homogeneización del pensamiento es
antidemocrático porque la pluralidad y la diversidad son valores intrínsecos de
la democracia. Por eso resultan preocupantes esas posiciones que frente a las
diferencias responden con odio, violencia e imposición. Un riesgo cierto de
estas conductas es que suelen alentar populismos autoritarios, bajo la
coincidencia de “enemigos comunes”, a menudo inventados, y de grandiosas causas
colectivas, difíciles de conseguir. Además, la polarización cuando se
radicaliza alcanza alternativas antidemocráticas y antisistema.
En la polarización hay,
desde luego, sesgos cognitivos involucrados, que se alimentan de débiles
procesos educativos que fallan en promover la criticidad, el cuestionamiento y
la empatía. El sistema educativo formal tiene un rol indispensable para la formación
y desarrollo de las habilidades y destrezas para la convivencia democrática,
pero también la educación no formal tiene un papel complementario que se debe
extender y fortalecer. Pienso en este momento en la labor excepcional que
realiza el Instituto de Formación y Estudios en Democracia (IFED) del Tribunal
Supremo de Elecciones, que frente a esta tormenta que sufre la democracia
debería convertirse en la nave insignia que oriente los esfuerzos educativos
para sobrepasarla.
4.
El desafío de la desinformación
Un desafío adicional de
la democracia es la desinformación, una palabra que casi constituye un
neologismo. Aunque el origen del fenómeno se pierde en la historia de la
humanidad, en algunas ocasiones con trágicos resultados, no constituía un
problema del tamaño, presencia y persistencia que tiene hoy. Actualmente es un
fenómeno incesante, de afectación permanente, que nos involucra a todas las
personas, pasiva o activamente, consciente o inconscientemente. Bajo esta
palabra se engloban una serie de manifestaciones, que podrían agruparse en al
menos dos categorías, dependiendo de la intencionalidad, como se hace en inglés
con disinformation y misinformation. En cualquier caso, se trata de la
diseminación de información imprecisa o falsa, generalmente con la intención de
promover agendas políticas, económicas o sociales, generar o alimentar
discursos de odio, promover la toma irreflexiva de decisiones, manipular a
grupos y debilitar la confianza en personas o instituciones. Además, constituye
una herramienta de promoción del odio y la violencia que afecta la vida de las
personas, más allá de la red social y la pantalla de su dispositivo. Es
especialmente grave el caso del ciberbullying que afecta con inusual
encono a las mujeres y las personas jóvenes.
La incorporación de las
redes sociales y las comunicaciones digitales en la vida cotidiana de las
personas ha sido el vehículo para la diseminación de la información falsa o
imprecisa. Este es un fenómeno que ha mostrado su capacidad de afectar y
manipular gravemente a la opinión pública.
Frente a este fenómeno no
queda más que fortalecer la educación, la calidad de la información y la
adaptabilidad de los mensajes a todos los públicos, incluyendo la creación de
plataformas o recursos que permitan a las personas informarse mejor, de manera
objetiva, con base en evidencia. Ciertamente, la mentira que se construye con
280 caracteres es difícil de rebatir de la misma forma, pero tendremos que edificar
mejores herramientas de transmisión de los mensajes para contrarrestar la
falsedad que deteriora la calidad del debate democrático y promueve la
violencia.
Esto implica promover,
deseablemente desde el sistema educativo, la alfabetización mediática y el
desarrollo de habilidades críticas para evaluar la información y discernir
entre fuentes confiables y no confiables. Esto debe integrar capacidades para
la verificación de la información, donde resultan muy útiles los esfuerzos de
algunos medios para proporcionar a las personas evidencia que permite
contrastar noticias falsas o imprecisas. También, es fundamental confirmar la
fuente para conocer su confiabilidad, y consultar fuentes diversas para conocer
puntos de vista distintos. Igualmente, es relevante propiciar el conocimiento
del contexto en el que se produce la noticia para reconocer sesgos e
identificar una narrativa manipulada o engañosa.
Además, es importante que
se reconozca la responsabilidad de las redes sociales. Es necesario que se les
exija medidas para contrarrestar la desinformación y las noticias falsas a
través de una moderación efectiva de contenidos que, sin afectar la libertad de
expresión, garanticen el derecho a la información.
De nuevo, el desarrollo
del pensamiento crítico resulta indispensable para fortalecer la ciudadanía
democrática. Es una tarea tan importante que no puede dejarse a la suerte, debe
integrarse explícitamente y fortalecerse de manera decidida en el sistema
educativo, acompañado de educación cívica de calidad. Diversos estudios en la
región muestran desarrollos desiguales e insuficientes en este campo, con más
tendencia a incluir temáticas asociadas al nacionalismo que a contenidos sobre
la institucionalidad y convivencia democráticas. Es importante plantearse la
oportunidad de revisar este contenido curricular.
Pensar sobre cómo
enfrentar la desinformación y las noticias falsas es urgente porque el fenómeno
crece geométricamente mientras las capacidades para contrastarlo continúan
prácticamente iguales. La inteligencia artificial abrirá cada vez más
posibilidad de desinformar y mentir de manera imposible de percibir, por lo que
las personas y, principalmente, las instituciones deberán estar preparadas. El Sistema
de las Naciones Unidas en Costa Rica, a través de la Oficina de la Coordinadora
Residente, ha venido promoviendo la investigación y monitoreo sobre la
desinformación y los discursos de odio, a la vez que ha planteado una
estrategia para construir acuerdo y orientaciones con el objeto de
neutralizarlos. Del mismo modo, el PNUD ha venido impulsando proyectos en
distintos lugares del mundo para fortalecer la disponibilidad de información
creíble y verificada para generar confianza y promover la toma de decisiones
informada y responsable.
5.
El desafío del descontento
ciudadano
Un último desafío de la
democracia que quiero compartir con ustedes es el descontento de la ciudadanía.
En realidad, representa la conclusión lógica de la acumulación de desafíos que
he mencionado hasta ahora. Se trata del descontento con el sistema democrático,
al que se le asignaron amplias expectativas y se le reconocen insuficientes
logros. Para diseccionar este desafío, tendríamos que reconocer inicialmente la
amplitud que ha adquirido el concepto de democracia, en el que caben casi todas
las definiciones imaginables. Como decía Giovanni Sartori; “Si el término
democracia puede utilizarse para representar entidades antitéticas y dignificar
prácticas opuestas, carece de significado” (1987, p. 25). Es necesario que
construyamos un acuerdo conceptual mínimo sobre lo que entendemos por
democracia y gobierno democrático, de lo contrario, como decía Alexis de
Tocqueville: “la gente vivirá en una inextricable confusión de ideas, para
beneficio de demagogos y déspotas” (1984, p. 64). Ante los nuevos desafíos de la
sociedad, el rol de los Estados en tiempo de globalización, y el avance en el
reconocimiento de los derechos de las personas y grupos, los conceptos
tradicionales de democracia pueden resultar hoy insuficientes, o podrían abrir
resquicios para prácticas contradictorias con sus principios.
Esta aparente digresión
tiene que ver con las mencionadas expectativas sobre la democracia.
Definiciones imprecisas pueden resultar en que las personas esperen de la
democracia respuestas que no están a su alcance, por ejemplo, cuando estas implican
desaparecer la independencia de los poderes o acciones que transgredan los
derechos humanos, cuyo respeto la define. Es, por tanto, un ejercicio
recomendable mantener una discusión prospectiva sobre la democracia para
repensar su funcionamiento, roles, actores y acuerdos fundamentales para los
próximos años.
No obstante, existen
críticas válidas al funcionamiento del sistema: la desigualdad, la pobreza, la
exclusión social, la discriminación, entre otros, todos contradictorios con sus
propósitos. Es comprensible el desencanto de importantes grupos de la población
con los mecanismos de representación, no solo por la falta de soluciones, sino
también porque perciben que su descontento no es escuchado. Ya mencionaba antes
la relación entre bajo desarrollo humano y abstencionismo electoral; no podemos
negar la relación entre cómo las personas evalúan el desempeño del sistema y su
alejamiento de las urnas.
Este sentimiento agrupa a
muchas personas y las atrinchera, sin mucho mayor coincidencia que su enojo.
Esa rabia es un motivo de cohesión y movilización muy efectivo, aunque lo sea
menos para generar respuesta y proponer soluciones. Se alimenta esencialmente
del problema o enemigo identificado que debe permanecer para que esa identidad
grupal subsista.
El enojo se alimenta de
la desinformación que, además, es, en muchas ocasiones, electiva. Un sesgo de
confirmación hará buscar ciertas noticias y mensajes que vendrán a ratificar lo
que ya se cree como cierto. Es una espiral que solo alimenta las convicciones,
con poca posibilidad de penetrarla con información distinta que contraste las
certezas actuales.
Es notable cómo en este
ejercicio se pueden involucrar una diversidad de personas, sin importar el
nivel educativo. Evidencia recogida en diversos estudios muestra que la
propensión a creer cierto tipo de noticias falsas puede ser más poderosa que la
formación académica. Si se tuviera que caracterizar a las personas más
vulnerables a la desinformación y las noticias falsas se encuentra a las
personas jóvenes, especialmente hombres. A primera mano, contraintuitivo, por
considerarse más familiarizadas con los medios digitales, pero la evidencia lo
demuestra. Otras investigaciones, como las que desarrollaron Ilka Treminio y
Adrián Pignataro para las elecciones de 2018 y continuaron para las elecciones
2022, muestran a esta población propensa a la radicalización. Esto debe llamar
la atención sobre con qué grupos de la población hay que abrir prioritariamente
espacios de conversación. Académicamente, resulta interesante explorar la
causas y motivaciones de este comportamiento, pero para las instituciones
democráticas, incluyendo al Tribunal Supremo de Elecciones, al IFED y a los
partidos políticos, es un ejercicio indispensable para revisar el desempeño del
sistema y sus paradigmas con el fin de dar respuesta a las aspiraciones de un
importante grupo de la población que como segmento electoral es el más grande y
lo seguirá siendo en los próximos años.
Como un anticipo de esa
tarea, no hace mucho tiempo, en el marco del proyecto del PNUD “Construyendo
una ruta común hacia el 2030”, implementamos junto a FLACSO Costa Rica una
serie de actividades e investigaciones de cara al proceso electoral de 2022
para entablar un diálogo con personas jóvenes de todo el país e identificar sus
prioridades y anhelos. El informe “Cultura política de las personas jóvenes
frente al proceso electoral costarricense de 2022: orientaciones hacia el
desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás” muestra un panorama retador, a
veces desolador, para el proyecto de vida de las personas jóvenes. El informe
indica que:
A modo de metáfora, se
observa que la población joven se enfrenta a una suerte de carrera de
obstáculos, donde una vez vencida una primera barrera, se encuentra una nueva y
así consecutivamente. En este sentido, sobresalen la brecha territorial y la
de género como las principales barreras que marcan profundas diferencias entre
la población joven [resaltado añadido], pero también se reconoce la
situación socioeconómica y la edad como elementos que marcan distinción. (PNUD,
2022a, p. VII)
Es necesario que pongamos
atención al enojo y a lo que hay detrás de la desinformación. La frustración
para muchas personas es grande y no necesariamente ven soluciones cercanas,
pero para muchas personas jóvenes, en tiempos de profundas y extendidas incertidumbres,
parece imbatible el reto de prospectarse en el futuro y poner en marcha su
proyecto de vida.
Creemos que los grandes
desafíos de la democracia empiezan por garantizar la igualdad real de
participación e incidencia política de las mujeres. Con ello, deben abrirse
iguales oportunidades para todas las poblaciones y grupos, especialmente
promoviendo la integración activa de las personas jóvenes. No puede esperarse
que unos hablen por otros. Cada grupo identitario tiene derecho a una voz en la
toma de decisiones, para lo cual es importante establecer espacios para
discutir sobre más y mejores oportunidades de participación, especialmente en
lo local. Deben fortalecerse las instancias y capacidades de diálogo,
deliberación y construcción de acuerdos y para ello crearse oportunidades de
información y capacitación.
Y no solo se trata de un
ejercicio de mayor conversación, debe haber voluntad de abrir el debate a la
crítica constructiva del pasado y del presente, para revisar el desempeño del
contrato social según sus propósitos, y abrirnos todos y todas a la posibilidad
de reimaginar el futuro a partir de un contrato nuevo, donde no solo las
personas cuenten, sino también el planeta. Si hay algo para lo que han servido
y sirven las crisis presentes es recordarnos nuestra absoluta dependencia a la
naturaleza y pese a nuestra testarudez, tarde o temprano tendremos que
reconocer que nuestro destino es compartido y que conforme acabamos con ella
acabamos con la humanidad. Como que ha llegado la hora en la que alumbremos un
nuevo contrato social que incorpore a una nueva parte contratante, de forma que
al Estado, sociedad y mercado se sume la naturaleza por sí misma y por sus
derechos inherentes.
La democracia siempre
será un trabajo inacabado, un horizonte que se mueve a cada paso que damos para
invitarnos a caminar hacia él, como decía Galeano (s.f.) sobre la utopía. Se
trata de una perfecta combinación de optimismo, sin ingenuidad, y de
criticidad, sin cinismo. La democracia tiene que sustentarse en un grado
aceptable de esperanza, pero con soluciones visibles para las personas. El
futuro de la democracia reside en su capacidad de cumplir con la promesa de la
prosperidad, la libertad, la solidaridad y el respeto y garantía de los
derechos de todas las personas.
A pesar de todas las
incertidumbres que tiene frente a sí la humanidad, a pesar de la crisis
climática, de los millones de personas excluidas y de las guerras, creemos en
un futuro democrático y de respeto a los derechos humanos y de la naturaleza.
En tiempos de oscuridad hay que esperar la luz. Así como la naturaleza se
renueva después de los cataclismos, también creo en la resiliencia y la
capacidad de las sociedades humanas de levantarse del odio, la miseria y la
ignorancia. Creo en la bondad de las personas y espero que, al asomarnos
nuevamente al abismo, recobremos la cordura y construyamos la sociedad libre e
igualitaria que hace 75 años emanaba como una certeza desde un salón en París
con la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Que ese mismo
espíritu de esperanza y de coraje que impulsó a la humanidad a levantarse al
unísono de los horrores de la guerra, nos invada ahora para tomar las
decisiones urgentes que se requieren para construir un futuro posible, libre y
sostenible para toda la humanidad, empezando, como decía Eleanor Roosevelt
(1953), por los pequeños lugares, los más próximos, nuestra casa, nuestro
barrio, nuestro trabajo, nuestro país.
Muchas gracias
Referencias
Galeano,
E. (s.f.). Ventana sobre la utopía. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://poemario.com/pdf/ventana
Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2004). La democracia en América
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importancia del electorado joven en Costa Rica en las elecciones presidenciales
de 2018 y 2022. Universidad de Costa Rica.
* Conferencia magistral presentada en el marco de la Cátedra de la Democracia celebrada el 7 de noviembre de 2023 en el Tribunal Supremo de Elecciones. El texto es producto de un intercambio de reflexiones entre el equipo de Gobernabilidad Democrática y Género de la Oficina de País con el representante residente. El autor agradece especialmente al oficial de Gobernabilidad Democrática, Randall Brenes Suárez, por la propuesta del texto original y a la especialista senior de Género, Rafaella Sánchez Mora, por su mirada desde los márgenes. La idea de abordar esta ponencia desde lo territorial es producto de la inspiración que han generado estos cuatro años de misión habitando –así sea muy temporalmente— la Costa Rica profunda. Esto es, aquella que es costera, frontera, rural, indígena o afro, y en donde se cuajan liderazgos de mujeres que crecen ante la adversidad y encarnan esperanza para la democracia. Ha sido una experiencia transformadora.
** Ecuatoriano, especialista en Acción Climática, Género y Desarrollo, correo jose.troya@undp.org. Representante residente del PNUD en Costa Rica. Cuenta con 25 años de experiencia en el más alto nivel en áreas de ambiente y desarrollo económico, especializándose en conservación, energía renovable, adaptación y mitigación del cambio climático, desarrollo sostenible y protección de los ecosistemas marinos. Entre 2011 y 2018 fue asesor técnico regional de Agua y Océanos para el Centro Regional para América Latina y el Caribe del PNUD.