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PRIMER SEMESTRE 2024 NÚMERO 37

ISSN: 1659-2069

 

Los desafíos de la democracia y el desarrollo humano*

 

José Vicente Troya Rodríguez**

 

https://doi.org/10.35242/RDE_2024_37_4


Nota del Consejo Editorial

Recepción: 24 de noviembre de 2023.

Revisión, corrección y aprobación: 4 de enero de 2024.

Resumen: Centra el análisis en los desafíos actuales que enfrenta la democracia como forma de vida; puntualmente analiza la desigualdad, la polarización, la desinformación y el descontento ciudadano. Concluye que, a pesar de las incertidumbres que enfrenta la democracia, la capacidad de resiliencia y el respeto a los derechos humanos pueden fortalecerla.

Palabras clave: Fortalecimiento de la democracia / Derechos humanos / Desigualdad social / Desarrollo humano / Comunicación política / Descontento político.

Abstract: Analyzes the current challenges facing democracy as a way of life, specifically analyzing inequality, polarization, misinformation, and citizen discontent. It concludes that despite the uncertainties facing democracy, resilience and respect for human rights can strengthen it.

Key Words: Strengthening of democracy / Human rights / Social inequality / Human development / Political communication / Political discontent.

1.       Introducción

Debo dedicar mis palabras iniciales a manifestar al Tribunal Supremo de Elecciones las más profundas gracias en nombre del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por el reconocimiento que nos hace al otorgarnos el premio Cátedra de la Democracia 2023. Recibimos este premio reafirmando el compromiso de nuestra organización con los derechos humanos, la democracia y el desarrollo sostenible. Además, lo hacemos reconociendo que en la ruta que nos ha conducido hasta aquí hemos caminado junto a muchas instituciones públicas, agencias hermanas del Sistema de Naciones Unidas, organizaciones y personas, unidos y unidas por ideales comunes sobre el fortalecimiento de la institucionalidad y convivencia democráticos. Algunas de ellas están presentes aquí el día de hoy y por eso les hago llegar nuestro reconocimiento, porque este premio es también de ustedes.

Decía Eleanor Roosevelt:

¿Dónde comienzan los derechos humanos? En los pequeños lugares, cerca de casa. Son tan cercanos y tan pequeños que no son visibles en ningún mapa del mundo. Aun así, conforman el mundo de toda persona: el vecindario en el que vive, la escuela o universidad a la que asiste; la fábrica, granja u oficina donde trabaja. Estos son los lugares donde cada hombre, mujer, niño y niña busca la igualdad de justicia, la igualdad de oportunidades y la igualdad de dignidad sin discriminación. A no ser que estos derechos tengan significado en estos lugares, no tendrán significado en ningún otro lado. Sin la acción concertada de la ciudadanía para defenderlos cerca del hogar, buscaremos en vano el progreso en el mundo más amplio. (1953)

Esta reflexión es completamente válida para la democracia, porque no podemos explicarla si no recurrimos a la cotidianidad de las relaciones sociales, a los valores que inspiran la interrelación personal y los ideales colectivos que impulsan la toma decisiones.

Los edificios visibles de la democracia están construidos sobre la voluntad y el compromiso de las personas. No se pueden sostener por la sola prescripción de la norma ni por algún artilugio jurídico; requieren de la confianza y adhesión mayoritaria de la sociedad que los ha elegido como forma de gobierno. Permítaseme, entonces, abordar esta conferencia desde la óptica de las personas en la sociedad democrática y plantear desde ese lugar algunos de sus desafíos.

Hasta hace poco, la democracia se entendía en nuestros países como un camino empinado, difícil de recorrer, pero hasta cierto punto inevitable. No había alternativas de legitimidad del poder público. Contravenir las reglas democráticas, al menos de forma evidente y grosera, podía conllevar consecuencias que se preferían evitar. Eso ha cambiado en años recientes. Los discursos que cuestionan a la democracia y que proponen otras vías se escuchan cada vez más, ante la aparente indiferencia de muchos de aquellos que solían defenderla.

La subsistencia de la democracia, como sistema político, depende de su capacidad de convertirse en un instrumento eficiente para resolver los problemas cotidianos de las personas. La democracia persevera a través de las obras, no de los conceptos teóricos. Si su ejercicio no inspira, no convoca; si no ofrece resultados visibles y tangibles para las personas, ¿cómo podemos esperar su afiliación y compromiso? ¿Por qué alguien que vive en permanente exclusión social, sin ningún atisbo de mejora para su vida, la de su familia o la de su comunidad, debería mantener la confianza en el sistema que no le da respuestas?

 

2.       El desafío de la desigualdad

Hace unos años, el PNUD (2004) elaboró un informe titulado “La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos”, que reunió a un destacado grupo de investigadores y pensadores dirigido por Dante Caputo. Quizás no fue el primero y ciertamente no ha sido el único, pero de manera categórica este estudio advertía sobre la urgencia para la democracia de dar respuesta a los retos de la pobreza y la desigualdad. Es decir, la democracia no es un régimen político que se justifica solo por sus mecanismos de elección, debe justificarse, también, por proveer condiciones para garantizar todos los derechos humanos, incluyendo los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Con el paso de los años encontramos algunos avances, especialmente en legislación y creación de instituciones, pero la evidencia muestra muchos retrocesos e insuficientes resultados para erradicar la pobreza y garantizar condiciones de igualdad. Y este no es un fenómeno exclusivo de la región latinoamericana. Lo cierto es que la desigualdad explica dinámicas similares de deterioro de la afiliación democrática en otros lugares del mundo, algunos de ellos inesperados hasta hace pocos años.

La democracia, como los derechos humanos, está sustentada en el principio de igualdad. Igualdad de derechos que debe traducirse en igualdad de oportunidades y, en ocasiones, igualdad en los resultados, cuando las asimetrías estructurales preexistentes impiden una distribución basada en la justicia. Desde ese punto de vista, desigualdad en democracia representa un oxímoron.

Para el desarrollo humano, que lo entendemos desde el PNUD como la máxima expansión posible de las libertades y oportunidades de las personas para vivir vidas largas, saludables y creativas; para avanzar en otras metas que se reconocen valiosas, y para comprometerse activamente en modelar el desarrollo de forma equitativa y sostenible en un planeta compartido, la desigualdad y la pobreza constituyen problemas que deben resolverse, así como deben enfrentarse los desafíos del autoritarismo y la tiranía.

En ese sentido, desde el PNUD coincidimos con los esfuerzos encaminados a encontrar soluciones que pongan fin a la pobreza y que resuelvan las condiciones de desigualdad en todos los ámbitos. Generamos información para visualizar la magnitud, localización y la manera en que lo problemas afectan la calidad de vida de las personas.

Diversos estudios sobre derechos de las mujeres e igualdad de género nos muestran avances importantes, pero insuficientes. Debemos reconocer el avance fundamental en materia de paridad horizontal para las próximas elecciones municipales en Costa Rica, lo cual es un hito en la lucha de las mujeres por la igualdad. Sin embargo, falta mucho para lograr que esta prescripción normativa se traduzca en condiciones realmente igualitarias en todos los aspectos vinculados a su participación política, pasando por el financiamiento, acceso a medios de comunicación, capacitación, prevención y atención de la violencia política, entre otros recursos fundamentales para competir en igualdad de condiciones.

En este punto es necesario reconocer el valor y la resiliencia de las mujeres en su liderazgo político. En un año como este cuando celebramos 100 años de la Liga Feminista, debemos aplaudir todo ese difícil recorrido, con pocas satisfacciones que, sin embargo, ha conducido a que las mujeres mantengan su presencia y levanten una voz indispensable para la democracia. No puede ser de otro modo. ¿De qué clase de democracia estamos hablando si excluye u obstaculiza la intervención de más de la mitad de la población? Las mujeres participan más en las organizaciones de base, pero con más barreras, deliberadamente impuestas, conforme se aspira a puestos de elección de mayor importancia. Es claro, también, que se mide con reglas distintas el desempeño de las mujeres en la función pública, con un rigor y exigencia no visto para los hombres. Sin embargo, a la hora de resolver los problemas próximos, cotidianos y urgentes encontramos una capacidad de respuesta a menudo superior.

En ese punto, quiero contarles una anécdota significativa para los propósitos de esta intervención. Durante la emergencia sanitaria por el COVID-19, en medio de la restricción de movilidad que afectó el intercambio de bienes y servicios, un grupo de mujeres indígenas denominado Kábata Könana, del territorio Cabécar de Talamanca, desarrolló una iniciativa solidaria y sustentable mediante la combinación entre tecnología y conocimientos ancestrales, para garantizar la seguridad alimentaria de todas las comunidades de la región de Talamanca. Es un verdadero modelo de resiliencia comunitaria ante el cambio climático y la pandemia dirigido al intercambio de productos para satisfacer las necesidades alimenticias y medicinales de los diferentes grupos comunitarios. Crearon una economía basada en el trueque a falta de dinero circulante. ¿No es esto un ejemplo de liderazgo, sagacidad, solidaridad y participación comunitaria? Por esta muestra de cómo se puede acrecentar el tejido social y económico en épocas de adversidad, este grupo de mujeres indígenas recibió el Premio Ecuatorial 2021 que otorga el PNUD.

La desigualdad afecta por distintos motivos a las personas y grupos de la población. A través de un análisis interseccional identificamos diversas formas de desigualdad y discriminación que indefectiblemente siempre afectan más a las mujeres.

En el PNUD generamos instrumentos de conocimiento para orientar la toma de decisiones de política pública, como el Atlas de Desarrollo Humano Cantonal, que muestra el resultado de la distribución de desigualdad de recursos, servicios y oportunidades en el territorio, en una suerte de espiral que deja a la periferia con mayores grados de exclusión. Según el informe de análisis del atlas publicado este año, hay una relación directa entre menos desarrollo humano y menor participación política en las elecciones nacionales (PNUD, 2023). Si sobreponemos el mapa de la desigualdad al del abstencionismo electoral, calzan perfectamente. Recordaremos esto más adelante cuando nos refiramos al desencanto con el sistema.

Desde luego, sumado al género y territorio, encontramos desigualdades por razones étnicas, raciales, culturales, educativas, entre otras. Una mirada a los desafíos que enfrentan los pueblos indígenas, la población afrodescendiente o las personas migrantes da cuenta de esta realidad.

En el caso de los pueblos indígenas, además, se presentan problemas estructurales que les impiden una mejor representación en los espacios de toma decisiones, así como precarias e ineficientes formas de gobernanza impuestas para sus propios territorios. La distribución de la población indígena en 24 territorios en diferentes cantones del país, que juntos apenas alcanzan el 2% de la población (el otro 2% vive fuera de los territorios) lo que no les permite tener influencia política en los procesos electorales y, mucho menos, representación. Hay importantes oportunidades, especialmente acudiendo a la legislación comparada, para analizar formas de garantizar una voz más potente para los pueblos originarios.

La población afrodescendiente, la cual sí ha logrado representación en diversas ocasiones en la Asamblea Legislativa y otros órganos de deliberación, está claramente subrepresentada en otras instancias institucionales en todos los poderes de la república.

Y la población migrante está expuesta a una situación de vulnerabilidad, a menudo alimentada por el temor de la falta de regularización o actitudes discriminatorias, que les expone a riesgos de explotación y violencia. La democracia debe ofrecer protección y garantía de los derechos humanos a cualquier persona en el territorio del Estado.

Personas con discapacidad siguen enfrentando desafíos importantes para el respeto de sus derechos. A menudo se encuentra que la situación de vulnerabilidad de un grupo es equivalente a la precariedad de los recursos institucionales para protegerles.

Y finalmente, sin que esto sea una lista exhaustiva de desigualdad, sino solamente ilustrativa, quiero mencionar la situación de las personas transgénero, especialmente las mujeres trans, que sufren de formas y grados de discriminación, exclusión y violencia que deben atenderse y corregirse sin dilación, de manera interinstitucional, con un abordaje multidimensional. Solo para ejemplificar esta situación, el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 (PNUD, 2021, p. 50), nos dice que, por ejemplo, en Brasil, el 45% de las personas transgénero entrevistadas no terminaron la escuela primaria debido a la discriminación y, en Colombia, el porcentaje de personas transgénero que tienen empleo formal y una situación laboral favorable se acerca a apenas el 5%, muy por debajo de la media nacional de aproximadamente el 40%.

Todas estas manifestaciones de desigualdad muestran la complejidad del problema. No solo hablamos de la desigualdad en los ingresos, sino una desigualdad a menudo integral que afecta todas las condiciones de la dignidad humana. Con implicaciones directas en la democracia, encontramos la desigualdad determinada por las asimetrías en la capacidad de incidencia en la toma de decisiones. El mismo informe regional citado nos dice que el poder político de ciertos grupos económicos distorsiona la dinámica democrática, a menudo con efectos concretos en las políticas fiscales. Es necesario repensar las oportunidades y mecanismos de participación de las personas en la toma de decisiones, especialmente en su ámbito más cercano como su municipio y su comunidad. Diversos estudios, como la Encuesta Nacional de Seguridad Ciudadana 2022 implementada por el PNUD (2022b) y la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica, dan cuenta de la potencialidad del trabajo comunitario para fortalecer la cohesión social, restablecer la confianza interpersonal, promover el diálogo democrático y fortalecer habilidades para la construcción de acuerdos. De nuevo traigo a discusión la pertinencia de trabajar en los pequeños espacios, los que son más significativos para las personas, para reconstruir y robustecer el tejido democrático. Un ejemplo en esta arena lo protagonizan las mujeres indígenas de ACOMUITA (Agregar entre paréntesis lo que significan estas siglas) en Talamanca. Varias de estas mujeres son beneficiarias de los pagos que reciben del Estado por la protección de los bosques en sus territorios mediante el Programa Pago por Servicios Ambientales. Ellas han decidido que en lugar de gastarse este dinero en atender la necesidad del día a día, lo ahorran para comprar más tierras, que luego serán reforestadas y así garantizar más espacios de vida para ellas y sus comunidades, a la par que acrecientan el patrimonio forestal de todas y todos los costarricenses. ¿No es este un caso esperanzador de fortalecimiento del tejido social, económico, ecológico y democrático del país?

 

3.       El desafío de la polarización

Otro de los desafíos que enfrenta la democracia es la polarización. Encontramos una lógica de atrincheramiento inédita en los últimos años. Las posibilidades para el diálogo y la construcción colectiva son muy escasas. Lo que prevalece es la confrontación de dogmas, la estigmatización, la descalificación y la lógica de tierra arrasada. Es un fenómeno global de muchas causas, que parece tener un combustible interminable. Esto también es un signo de contradicción con la democracia.

Desde luego, no hay que confundir la polarización con el debate natural de la democracia. Ciertamente, la convivencia democrática no solo tolera, sino que anima al disenso y la confrontación de ideas, pero siempre como un ejercicio de convencimiento respetuoso. Es tener la voluntad de convencer, pero también la disposición de dejarse convencer con base en argumentos, sin que implique una derrota. Incluso los debates más inverosímiles por las distancias de sus visiones son posibles y deseables porque alimentan la democracia, la justifican como sistema de convivencia de la diversidad. Hemos escuchado propuestas disruptivas de diálogo entre posiciones conservadoras y sus antípodas que muestran la posibilidad de establecer un intercambio respetuoso, constructivo y transformador, porque en este ámbito, aunque una posición no cambie, la voluntad del diálogo nos transforma como personas y como sociedad. En Costa Rica está ocurriendo eso, por ejemplo, a través de la iniciativa del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) denominada Diálogos Impensados mediante la cual se buscan aventurar, por ejemplo, conversaciones entre organizaciones de fe y organizaciones feministas.

Contrario al debate abierto y respetuoso, cualquier esfuerzo de homogeneización del pensamiento es antidemocrático porque la pluralidad y la diversidad son valores intrínsecos de la democracia. Por eso resultan preocupantes esas posiciones que frente a las diferencias responden con odio, violencia e imposición. Un riesgo cierto de estas conductas es que suelen alentar populismos autoritarios, bajo la coincidencia de “enemigos comunes”, a menudo inventados, y de grandiosas causas colectivas, difíciles de conseguir. Además, la polarización cuando se radicaliza alcanza alternativas antidemocráticas y antisistema.

En la polarización hay, desde luego, sesgos cognitivos involucrados, que se alimentan de débiles procesos educativos que fallan en promover la criticidad, el cuestionamiento y la empatía. El sistema educativo formal tiene un rol indispensable para la formación y desarrollo de las habilidades y destrezas para la convivencia democrática, pero también la educación no formal tiene un papel complementario que se debe extender y fortalecer. Pienso en este momento en la labor excepcional que realiza el Instituto de Formación y Estudios en Democracia (IFED) del Tribunal Supremo de Elecciones, que frente a esta tormenta que sufre la democracia debería convertirse en la nave insignia que oriente los esfuerzos educativos para sobrepasarla.

 

4.       El desafío de la desinformación

Un desafío adicional de la democracia es la desinformación, una palabra que casi constituye un neologismo. Aunque el origen del fenómeno se pierde en la historia de la humanidad, en algunas ocasiones con trágicos resultados, no constituía un problema del tamaño, presencia y persistencia que tiene hoy. Actualmente es un fenómeno incesante, de afectación permanente, que nos involucra a todas las personas, pasiva o activamente, consciente o inconscientemente. Bajo esta palabra se engloban una serie de manifestaciones, que podrían agruparse en al menos dos categorías, dependiendo de la intencionalidad, como se hace en inglés con disinformation y misinformation. En cualquier caso, se trata de la diseminación de información imprecisa o falsa, generalmente con la intención de promover agendas políticas, económicas o sociales, generar o alimentar discursos de odio, promover la toma irreflexiva de decisiones, manipular a grupos y debilitar la confianza en personas o instituciones. Además, constituye una herramienta de promoción del odio y la violencia que afecta la vida de las personas, más allá de la red social y la pantalla de su dispositivo. Es especialmente grave el caso del ciberbullying que afecta con inusual encono a las mujeres y las personas jóvenes.

La incorporación de las redes sociales y las comunicaciones digitales en la vida cotidiana de las personas ha sido el vehículo para la diseminación de la información falsa o imprecisa. Este es un fenómeno que ha mostrado su capacidad de afectar y manipular gravemente a la opinión pública.

Frente a este fenómeno no queda más que fortalecer la educación, la calidad de la información y la adaptabilidad de los mensajes a todos los públicos, incluyendo la creación de plataformas o recursos que permitan a las personas informarse mejor, de manera objetiva, con base en evidencia. Ciertamente, la mentira que se construye con 280 caracteres es difícil de rebatir de la misma forma, pero tendremos que edificar mejores herramientas de transmisión de los mensajes para contrarrestar la falsedad que deteriora la calidad del debate democrático y promueve la violencia.

Esto implica promover, deseablemente desde el sistema educativo, la alfabetización mediática y el desarrollo de habilidades críticas para evaluar la información y discernir entre fuentes confiables y no confiables. Esto debe integrar capacidades para la verificación de la información, donde resultan muy útiles los esfuerzos de algunos medios para proporcionar a las personas evidencia que permite contrastar noticias falsas o imprecisas. También, es fundamental confirmar la fuente para conocer su confiabilidad, y consultar fuentes diversas para conocer puntos de vista distintos. Igualmente, es relevante propiciar el conocimiento del contexto en el que se produce la noticia para reconocer sesgos e identificar una narrativa manipulada o engañosa.

Además, es importante que se reconozca la responsabilidad de las redes sociales. Es necesario que se les exija medidas para contrarrestar la desinformación y las noticias falsas a través de una moderación efectiva de contenidos que, sin afectar la libertad de expresión, garanticen el derecho a la información.

De nuevo, el desarrollo del pensamiento crítico resulta indispensable para fortalecer la ciudadanía democrática. Es una tarea tan importante que no puede dejarse a la suerte, debe integrarse explícitamente y fortalecerse de manera decidida en el sistema educativo, acompañado de educación cívica de calidad. Diversos estudios en la región muestran desarrollos desiguales e insuficientes en este campo, con más tendencia a incluir temáticas asociadas al nacionalismo que a contenidos sobre la institucionalidad y convivencia democráticas. Es importante plantearse la oportunidad de revisar este contenido curricular.

Pensar sobre cómo enfrentar la desinformación y las noticias falsas es urgente porque el fenómeno crece geométricamente mientras las capacidades para contrastarlo continúan prácticamente iguales. La inteligencia artificial abrirá cada vez más posibilidad de desinformar y mentir de manera imposible de percibir, por lo que las personas y, principalmente, las instituciones deberán estar preparadas. El Sistema de las Naciones Unidas en Costa Rica, a través de la Oficina de la Coordinadora Residente, ha venido promoviendo la investigación y monitoreo sobre la desinformación y los discursos de odio, a la vez que ha planteado una estrategia para construir acuerdo y orientaciones con el objeto de neutralizarlos. Del mismo modo, el PNUD ha venido impulsando proyectos en distintos lugares del mundo para fortalecer la disponibilidad de información creíble y verificada para generar confianza y promover la toma de decisiones informada y responsable.

 

5.       El desafío del descontento ciudadano

Un último desafío de la democracia que quiero compartir con ustedes es el descontento de la ciudadanía. En realidad, representa la conclusión lógica de la acumulación de desafíos que he mencionado hasta ahora. Se trata del descontento con el sistema democrático, al que se le asignaron amplias expectativas y se le reconocen insuficientes logros. Para diseccionar este desafío, tendríamos que reconocer inicialmente la amplitud que ha adquirido el concepto de democracia, en el que caben casi todas las definiciones imaginables. Como decía Giovanni Sartori; “Si el término democracia puede utilizarse para representar entidades antitéticas y dignificar prácticas opuestas, carece de significado” (1987, p. 25). Es necesario que construyamos un acuerdo conceptual mínimo sobre lo que entendemos por democracia y gobierno democrático, de lo contrario, como decía Alexis de Tocqueville: “la gente vivirá en una inextricable confusión de ideas, para beneficio de demagogos y déspotas” (1984, p. 64). Ante los nuevos desafíos de la sociedad, el rol de los Estados en tiempo de globalización, y el avance en el reconocimiento de los derechos de las personas y grupos, los conceptos tradicionales de democracia pueden resultar hoy insuficientes, o podrían abrir resquicios para prácticas contradictorias con sus principios.

Esta aparente digresión tiene que ver con las mencionadas expectativas sobre la democracia. Definiciones imprecisas pueden resultar en que las personas esperen de la democracia respuestas que no están a su alcance, por ejemplo, cuando estas implican desaparecer la independencia de los poderes o acciones que transgredan los derechos humanos, cuyo respeto la define. Es, por tanto, un ejercicio recomendable mantener una discusión prospectiva sobre la democracia para repensar su funcionamiento, roles, actores y acuerdos fundamentales para los próximos años.

No obstante, existen críticas válidas al funcionamiento del sistema: la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, la discriminación, entre otros, todos contradictorios con sus propósitos. Es comprensible el desencanto de importantes grupos de la población con los mecanismos de representación, no solo por la falta de soluciones, sino también porque perciben que su descontento no es escuchado. Ya mencionaba antes la relación entre bajo desarrollo humano y abstencionismo electoral; no podemos negar la relación entre cómo las personas evalúan el desempeño del sistema y su alejamiento de las urnas.

Este sentimiento agrupa a muchas personas y las atrinchera, sin mucho mayor coincidencia que su enojo. Esa rabia es un motivo de cohesión y movilización muy efectivo, aunque lo sea menos para generar respuesta y proponer soluciones. Se alimenta esencialmente del problema o enemigo identificado que debe permanecer para que esa identidad grupal subsista.

El enojo se alimenta de la desinformación que, además, es, en muchas ocasiones, electiva. Un sesgo de confirmación hará buscar ciertas noticias y mensajes que vendrán a ratificar lo que ya se cree como cierto. Es una espiral que solo alimenta las convicciones, con poca posibilidad de penetrarla con información distinta que contraste las certezas actuales.

Es notable cómo en este ejercicio se pueden involucrar una diversidad de personas, sin importar el nivel educativo. Evidencia recogida en diversos estudios muestra que la propensión a creer cierto tipo de noticias falsas puede ser más poderosa que la formación académica. Si se tuviera que caracterizar a las personas más vulnerables a la desinformación y las noticias falsas se encuentra a las personas jóvenes, especialmente hombres. A primera mano, contraintuitivo, por considerarse más familiarizadas con los medios digitales, pero la evidencia lo demuestra. Otras investigaciones, como las que desarrollaron Ilka Treminio y Adrián Pignataro para las elecciones de 2018 y continuaron para las elecciones 2022, muestran a esta población propensa a la radicalización. Esto debe llamar la atención sobre con qué grupos de la población hay que abrir prioritariamente espacios de conversación. Académicamente, resulta interesante explorar la causas y motivaciones de este comportamiento, pero para las instituciones democráticas, incluyendo al Tribunal Supremo de Elecciones, al IFED y a los partidos políticos, es un ejercicio indispensable para revisar el desempeño del sistema y sus paradigmas con el fin de dar respuesta a las aspiraciones de un importante grupo de la población que como segmento electoral es el más grande y lo seguirá siendo en los próximos años.

Como un anticipo de esa tarea, no hace mucho tiempo, en el marco del proyecto del PNUD “Construyendo una ruta común hacia el 2030”, implementamos junto a FLACSO Costa Rica una serie de actividades e investigaciones de cara al proceso electoral de 2022 para entablar un diálogo con personas jóvenes de todo el país e identificar sus prioridades y anhelos. El informe “Cultura política de las personas jóvenes frente al proceso electoral costarricense de 2022: orientaciones hacia el desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás” muestra un panorama retador, a veces desolador, para el proyecto de vida de las personas jóvenes. El informe indica que:

A modo de metáfora, se observa que la población joven se enfrenta a una suerte de carrera de obstáculos, donde una vez vencida una primera barrera, se encuentra una nueva y así consecutivamente. En este sentido, sobresalen la brecha territorial y la de género como las principales barreras que marcan profundas diferencias entre la población joven [resaltado añadido], pero también se reconoce la situación socioeconómica y la edad como elementos que marcan distinción. (PNUD, 2022a, p. VII)

Es necesario que pongamos atención al enojo y a lo que hay detrás de la desinformación. La frustración para muchas personas es grande y no necesariamente ven soluciones cercanas, pero para muchas personas jóvenes, en tiempos de profundas y extendidas incertidumbres, parece imbatible el reto de prospectarse en el futuro y poner en marcha su proyecto de vida.

Creemos que los grandes desafíos de la democracia empiezan por garantizar la igualdad real de participación e incidencia política de las mujeres. Con ello, deben abrirse iguales oportunidades para todas las poblaciones y grupos, especialmente promoviendo la integración activa de las personas jóvenes. No puede esperarse que unos hablen por otros. Cada grupo identitario tiene derecho a una voz en la toma de decisiones, para lo cual es importante establecer espacios para discutir sobre más y mejores oportunidades de participación, especialmente en lo local. Deben fortalecerse las instancias y capacidades de diálogo, deliberación y construcción de acuerdos y para ello crearse oportunidades de información y capacitación.

Y no solo se trata de un ejercicio de mayor conversación, debe haber voluntad de abrir el debate a la crítica constructiva del pasado y del presente, para revisar el desempeño del contrato social según sus propósitos, y abrirnos todos y todas a la posibilidad de reimaginar el futuro a partir de un contrato nuevo, donde no solo las personas cuenten, sino también el planeta. Si hay algo para lo que han servido y sirven las crisis presentes es recordarnos nuestra absoluta dependencia a la naturaleza y pese a nuestra testarudez, tarde o temprano tendremos que reconocer que nuestro destino es compartido y que conforme acabamos con ella acabamos con la humanidad. Como que ha llegado la hora en la que alumbremos un nuevo contrato social que incorpore a una nueva parte contratante, de forma que al Estado, sociedad y mercado se sume la naturaleza por sí misma y por sus derechos inherentes.

La democracia siempre será un trabajo inacabado, un horizonte que se mueve a cada paso que damos para invitarnos a caminar hacia él, como decía Galeano (s.f.) sobre la utopía. Se trata de una perfecta combinación de optimismo, sin ingenuidad, y de criticidad, sin cinismo. La democracia tiene que sustentarse en un grado aceptable de esperanza, pero con soluciones visibles para las personas. El futuro de la democracia reside en su capacidad de cumplir con la promesa de la prosperidad, la libertad, la solidaridad y el respeto y garantía de los derechos de todas las personas.

A pesar de todas las incertidumbres que tiene frente a sí la humanidad, a pesar de la crisis climática, de los millones de personas excluidas y de las guerras, creemos en un futuro democrático y de respeto a los derechos humanos y de la naturaleza. En tiempos de oscuridad hay que esperar la luz. Así como la naturaleza se renueva después de los cataclismos, también creo en la resiliencia y la capacidad de las sociedades humanas de levantarse del odio, la miseria y la ignorancia. Creo en la bondad de las personas y espero que, al asomarnos nuevamente al abismo, recobremos la cordura y construyamos la sociedad libre e igualitaria que hace 75 años emanaba como una certeza desde un salón en París con la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Que ese mismo espíritu de esperanza y de coraje que impulsó a la humanidad a levantarse al unísono de los horrores de la guerra, nos invada ahora para tomar las decisiones urgentes que se requieren para construir un futuro posible, libre y sostenible para toda la humanidad, empezando, como decía Eleanor Roosevelt (1953), por los pequeños lugares, los más próximos, nuestra casa, nuestro barrio, nuestro trabajo, nuestro país.

Muchas gracias

 

 

Referencias

Galeano, E. (s.f.). Ventana sobre la utopía. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://poemario.com/pdf/ventana

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2004). La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2022a). Cultura política de las personas jóvenes frente al proceso electoral costarricense de 2022: orientaciones hacia el desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2022b). Encuesta nacional de seguridad ciudadana en Costa Rica (ENSCR 2022: Informe de resultados. PNUD-Costa Rica

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2023). Atlas de Desarrollo Humano Cantonal. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2021). Informe regional de desarrollo humano. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Roosevelt, E. (1958). En nuestras manos. Discurso pronunciado con ocasión del décimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Sartori, G. (1987). Teoría de la democracia. Alianza editorial.

Tocqueville, A. de (1984). La democracia en América. Universidad Complutense de Madrid.

Treminio, I. y Pignataro, A. (2022). ¿Cómo es el electorado joven de Costa Rica?: la importancia del electorado joven en Costa Rica en las elecciones presidenciales de 2018 y 2022. Universidad de Costa Rica.



* Conferencia magistral presentada en el marco de la Cátedra de la Democracia celebrada el 7 de noviembre de 2023 en el Tribunal Supremo de Elecciones. El texto es producto de un intercambio de reflexiones entre el equipo de Gobernabilidad Democrática y Género de la Oficina de País con el representante residente. El autor agradece especialmente al oficial de Gobernabilidad Democrática, Randall Brenes Suárez, por la propuesta del texto original y a la especialista senior de Género, Rafaella Sánchez Mora, por su mirada desde los márgenes. La idea de abordar esta ponencia desde lo territorial es producto de la inspiración que han generado estos cuatro años de misión habitando –así sea muy temporalmente— la Costa Rica profunda. Esto es, aquella que es costera, frontera, rural, indígena o afro, y en donde se cuajan liderazgos de mujeres que crecen ante la adversidad y encarnan esperanza para la democracia. Ha sido una experiencia transformadora.

** Ecuatoriano, especialista en Acción Climática, Género y Desarrollo, correo jose.troya@undp.org. Representante residente del PNUD en Costa Rica. Cuenta con 25 años de experiencia en el más alto nivel en áreas de ambiente y desarrollo económico, especializándose en conservación, energía renovable, adaptación y mitigación del cambio climático, desarrollo sostenible y protección de los ecosistemas marinos. Entre 2011 y 2018 fue asesor técnico regional de Agua y Océanos para el Centro Regional para América Latina y el Caribe del PNUD.