PRIMER SEMESTRE 2024 NÚMERO 37 |
ISSN: 1659-2069 |
¿Qué medimos cuando medimos democracia?: convenciones, espacios de lucha
e implicaciones
Jesús
Guzmán Castillo*
https://doi.org/10.35242/RDE_2024_37_8
Nota del Consejo Editorial
Recepción: 13 de noviembre de 2023.
Revisión, corrección y aprobación: 4 de enero de 2024.
Resumen: En los últimos años la literatura y las
discusiones en la ciencia política giran en torno a la crisis de la democracia
y a los retrocesos democráticos que viven los distintos países en diversas
regiones, tanto en democracias nuevas como en aquellas consolidadas. Mucho de
este debate surge de las mediciones que se hacen sobre la calidad de la
democracia, y los resultados de estas reflejan cómo cada vez menos personas
viven en democracia. Sin embargo, poco se ha reflexionado sobre el origen de
estas mediciones y los impactos que pueden tener. En este artículo se discute
sobre el proceso de medición de la democracia, partiendo del hecho de que es un
objeto cuya conceptualización es un campo de disputa y que el proceso de
medición parte de una serie de decisiones subjetivas que provienen de
convenciones aceptadas entre comunidades científicas, pero también políticas y
económicas.
Palabras clave: Calidad de la democracia / Debilitamiento de la
democracia / Investigación / Investigación social / Ciencias políticas.
Abstract: Abstract: In recent
years, the literature and discussions in political science have revolved around
the crisis of democracy and the democratic setbacks experienced by different
countries in various regions, both in new democracies and in consolidated ones.
Much of this debate stems from the measurements that are made about the quality
of democracy, and the results of these reflect how fewer and fewer people live
in a democracy. However, little thought has been given to the origin of these
measurements, and the impacts they may have. This article discusses the process
of measuring democracy, based on the fact that it is an object whose
conceptualization is a field of dispute, and that the measurement process is
based on a series of subjective decisions that come from conventions accepted
among scientific communities, but also political and economic.
Key Words: Quality of democracy / Weakening of democracy / Research / Social research / Political sciences.
1.
Introducción
El
reporte de la democracia del V-Dem Institute indica que la cantidad de
personas que viven en democracia se sigue reduciendo, como se ha mostrado en
los últimos años, ya que, según sus datos, un 72 % de la población mundial
viven en una autocracia, mientras que únicamente el 13 % vive en una democracia
liberal
Para
el mismo año, el informe anual de Freedom House reportó que “los
retrocesos más graves para la libertad y la democracia fueron el resultado de
guerras, golpes de estado y ataques a las democracias por parte de gobernantes
antiliberales”
Estos
datos exponen un hecho que parece objetivo e irrefutable: la democracia está
retrocediendo en el mundo y se encuentra en una encrucijada. Sin embargo, y más
allá de las discrepancias que pueda evidenciar la comparación de estos tres
informes (seleccionados de manera arbitraria) tanto en metodologías como en
conceptos subyacentes sobre la calidad de la democracia, cabe preguntarse: ¿es
posible medir la democracia? y si es posible, ¿qué estamos midiendo?
Al hablar sobre medición
se parte del argumento dado por Mau
En la idea de Mau (2019)
sobre los procesos de medición, podemos establecer 2 dimensiones. La primera es
la conceptual, y está ligada con las decisiones teóricas que se toman para la
definición del objeto a medir, y se relaciona con los conceptos que se utilizarán
con base en el desarrollo de características e indicadores. La segunda
dimensión está ligada precisamente con los indicadores, es decir, cómo operacionalizar
los atributos en indicadores, que es más propiamente el proceso de medición.
Este proceso no es lineal, sino que cada una de las dimensiones establecidas
interactúan entre ellas de distintas maneras y continuamente a través de los
procesos de medición.
En esta discusión sobre
la medición volvemos a las preguntas motivadoras de este artículo: ¿es
posible medir la democracia?, y si es posible, ¿qué estamos midiendo? Para
contestar estas dos preguntas, el artículo se estructura de la siguiente
manera: primero, se analiza el debate en torno a la conceptualización de
democracia y los atributos asignados que; y en el segundo apartado se analiza
el vínculo de esta conceptualización con el proceso de medición como tal. Al
final, se realiza una discusión sobre la pertinencia de su medición y sobre
algunas de sus implicaciones que fundamentan su papel como objeto de
investigación en ciencias sociales.
2.
¿Cómo
conceptualizar la democracia?
Al
hablar de democracia se está dialogando de un concepto ampliamente utilizado,
definido y conocido, tanto que no es puesta en duda su carga semántica. Sin
embargo, dada la misma potencia del concepto, se ha convertido en polisémico
con muy distintas nociones. Por este motivo, en los últimos años se ha dado la
costumbre de acompañar dicha palabra de diversos adjetivos para lograr una
mejor comprensión de lo que se está hablando, y dejar de lado la confusión al
utilizarla de manera amplia.
Como
todo concepto, la democracia tiene una fuerte vinculación con el contexto en
que se desarrolla; además, es parte de un proceso de asignación de nuevos
significados o de nuevos contenidos que vienen a complementarlo
Esto
implica que el concepto de democracia y otros conceptos sociales son “órganos
vivos del tejido social por cuanto están integrados en las prácticas cotidianas
como recursos que los actores emplean para dar sentido al mundo y a su
contingencia”
Antes
de empezar con la discusión sobre la conceptualización de la democracia, es
necesario partir del principio normativo de que la democracia es un valor
político en sí misma, por lo que es mejor más democracia que menos democracia
en cualquier contexto, sin importar cómo se conceptualiza
Queda
clara la necesidad de ahondar en la definición conceptual de democracia antes
que la discusión propia sobre su medición, y descifrar los atributos deseables
para ser considerada como tal. Lo primero es detallar la importancia de la
democracia como concepto y su rol en la producción de sentidos para la sociedad
en la actualidad.
Según
Cordero (2021), más que buscar definiciones de conceptos, es necesario
reinsertarlos en la sociedad, y con ello comprender su papel en la actualidad.
Parte de esto es comprenderlos como archivos cargados de significados,
experiencias y modos de razonamiento, pero también como prácticas, espacios de
lucha y aparatos afectivos. Tomando como base esto, si se analiza la democracia
como concepto, es posible conocer su papel en la sociedad, y concebirlo con
estas pautas.
En
este caso, el análisis se centrará en el concepto de la democracia como un
espacio de lucha, ya que existen diversas formas de entenderla y de dotarla de
significados, de prácticas y de experiencias, que tendrán la repercusión en la
parte afectiva de las personas, como movilizadora política a favor de la
democracia. Como espacio de lucha, lo primero que se debe analizar es el debate
entre entender la democracia desde una perspectiva minimalista o desde la
maximalista.
Al
conceptualizar un hecho social desde la perspectiva minimalista se corre el
riesgo de dejar por fuera algunos atributos considerados esenciales para la
operacionalización del concepto. En el caso de la democracia, como señala Munck
En
contraposición se tiene la perspectiva maximalista, que implica darle muchos
atributos al concepto que se quiere caracterizar, y con ello se caería en el
error de no delimitarlo correctamente. Los problemas que conlleva la definición
maximalista es que pocos casos logran cumplir a cabalidad con los atributos,
aparte de que se pueden traslapar conceptos con lo que sería difícil establecer
relaciones entre estos
Esta
dicotomía entre las definiciones minimalistas y maximalistas de la democracia
se extiende a las conceptualizaciones que se dan para las mediciones y estudios
sobre esta. En el caso de las definiciones minimalistas se recurre a estos
calificativos para explicitar qué se entiende por democracia. El caso más
recurrente es trabajar la democracia como electoral, dejando de lado otros
atributos que se le pueden asignar. Estos son los casos de Schumpeter (1942),
Bobbio
Algunas
definiciones que podrían considerarse maximalistas también incluyen adjetivos
para diferenciar lo que están entendiendo por democracia. Este es el caso de
las propuestas de Coppedge et al.
Acá
se entiende que la democracia es un concepto complejo que requiere de distintos
niveles de abstracción (Collier, Laporte y
Seawright, 2008), que implican entenderla como un constructo
multidimensional con diversos atributos. Volviendo a Cordero (2021), estos
diversos atributos podrían vincularse con prácticas y significados que se le
otorgan a la democracia, pero en este proceso iterativo de discernimiento sobre
las cualidades o etiquetas que se tomarían en cuenta y cuáles no, implica un
nuevo espacio de lucha.
Esta
lógica agregada se observa en estudios recientes sobre la democracia liberal. A
diferencia de lo establecido por Bobbio (1986), en donde existe la democracia y
el estado liberal en conjunción, Mounk
La
elección de los atributos que se tomarán en cuenta para la conceptualización de
la democracia parte de la subjetividad de las personas. Pese a que existen
diversas discusiones teóricas sobre qué se puede entender por democracia,
cuando estos se vinculan a procesos de medición, la determinación de los
atributos que sí se considerarán y cuáles se dejarán fuera es parte de las
decisiones que se toman, y que implican una operacionalización distinta.
Esta
decisión sobre la forma en que se conceptualizará la democracia y los atributos
que la constituyen tendrá una repercusión en los resultados de la medición, y
en sus implicaciones. Como se mencionó, una visión minimalista implicaría
incluir más casos dentro de las categorías, pero una maximalista restringiría
aún más la clasificación de países como democracias.
Sin
embargo, más allá de esta restricción, el modo de entender la democracia de forma
procedimental o electoral podría dejar por fuera casos en los que se cumpliría
la noción de democracia como valor y como forma de autogobierno
Ahora,
una vez presentado la conceptualización de la democracia, se analizará la forma
en que es operacionalizada para su medición, el segundo paso de los procesos de
medición.
3.
¿Cómo
medir la democracia?
La
medición refiere a la asignación de un valor cuantitativo a un objeto.
Como
lo señala Desrosières
(2008), citado por Diaz-Bone y Didier “las cuantificaciones son posibles
después de que se hayan inventado las convenciones (cómo categorizar y cómo
medir)” (2016, p. 16). Es decir, el proceso de medición es “artificial”, en
tanto permite estructurar una realidad precedente, pero que posee sus
características previas.
Es
importante aclarar que no existen categorías ni medidas dadas de forma natural.
Estas son el resultado de diversos objetos, dispositivos, convenciones y
prácticas. Esta posición se podría ver como una postura crítica respecto a las
ideas positivistas “por ser demasiado simples de categorización y medición en
las ciencias sociales” (Diaz-Bone y Didier, 2016, p.16).
La
relación entre un objeto preexistente y el objeto que se pretende medir está
condicionada por las convenciones que se tienen en torno a esa, que son el
principio de su medición. Las convenciones pueden tener un contenido semántico
que se basa en principios más generales, contienen un significado estructurado
que puede adaptarse a muchas situaciones en forma de relatos explicativos
Las
convenciones con contenido semántico, según Diaz-Bone (2016):
tienen
un potencial interno para imponer un ajuste más coherente con su
"entorno" social. Por supuesto, las convenciones no se imponen por sí
mismas, pero su promulgación en un proceso de coordinación también promulga su
contenido semántico como recurso para formas compartidas de interpretación,
evaluación y valoración que funcionarán para la coordinación. (pág. 57)
Esta
generación de convenciones comparte la idea de la disputa en la creación de los
conceptos y que estructuran la forma de entender los objetos y hechos sociales.
Sin embargo,
como parte de esas convenciones que constituyen el debate en torno a la
conceptualización de un objeto, se recrea la realidad preexistente que posibilita
realizar la medición. Y precisamente de ese proceso de medición, como lo señala
Mau (2019), surge otra realidad de la medición. Esto puede
sonar contradictorio, pero es importante establecer que por el proceso de
medición se instauran estas dos realidades “paralelas”. Una de ellas es la que
se quiere medir, que es previa al proceso de medición, y la otra es la
resultante del proceso de medir, y que tiene impactos en la forma en que se
entiende al objeto medido. Esto último depende de la conceptualización que se
haga y de la operacionalización.
En
el caso de la democracia, como ya se discutió, se tiene que la forma de
entenderla y conceptualizarla es en sí un objeto de disputa, más allá de las
características propias que pueda tener y de su valor como ideal político. Sin
embargo, cuando se discuten las mediciones de democracia se parte de las
implicaciones que tienen tanto para la democracia como objeto presente en la
cotidianidad de las personas como para la realidad surgida de las mediciones
sobre su calidad, como podría ser la categorización en democracias plenas,
autocracias o con retrocesos democráticos, según la medición que se tome como
referencia.
Desde
el concepto de democracia, es posible establecer que la medición en ciencias
sociales parte de poder hacer un vínculo entre un concepto, sus atributos
lógicamente organizados y las observaciones empíricas, que será presentado como
datos
La
discusión en torno a los indicadores parte de una serie de premisas que deben
ser analizadas desde el proceso de medición. Una primera tiene que ver con el
reconocimiento de la estructura jerárquica de los conceptos (Collier, Laporte y Seawright, 2008). En este
sentido, los conceptos y su vínculo con los indicadores parten de entender los
distintos niveles de abstracción que debe tener la conceptualización
Como
se discutió en la sección dos, debido a la complejidad del concepto de la
democracia en la actualidad, y más allá de los adjetivos que la acompañen, su
nivel de abstracción es alto y, por ende, se requiere establecer esos niveles
de jerarquización, con la cual es posible determinar los indicadores que se
utilizan y la forma en que se realizará el proceso de medición.
Esta
idea de la abstracción y jerarquización de los conceptos para la creación de
los indicadores proviene de la creciente influencia de la psicometría en las
ciencias sociales como lo establece Ragin (2008). Entre los preceptos de la
psicometría aplicada en las ciencias sociales, se establece que un índice
compuesto de múltiples indicadores correlacionados que están bajo un mismo
concepto subyacente es más confiable que un indicador simple. Es decir, es preferible
entender la estructura jerárquica del concepto, y en los niveles inferiores de
abstracción construir indicadores que agregados en índices compuestos hagan
referencia a niveles mayores de abstracción. Este proceso es el que permite la
medición de distintos constructos en ciencias sociales como la democracia.
Pese
a esta preferencia por indicadores e índices agregados, también existe una
visión crítica frente a estos, ya que, de acuerdo con Mennicken y Espeland,
2019:
son
seductores porque permiten comparar y clasificar fácilmente países,
organizaciones y muchas otras cosas, lo que puede llevar a una simplificación y
homogeneización excesivas si no se basan en sistemas de producción de
conocimiento cualitativos y fundamentados en la realidad local. (pág. 232)
Es
decir, más allá de los indicadores y los índices agregados y los procedimientos
matemáticos, se tiene también la necesidad de entender el contexto en donde se
desarrollan y cómo se aplican en estos. Sin caer en una excesiva visión
posmodernista sobre la importancia del contexto en las mediciones, sí es
importante entender que existe una influencia del contexto en la medición y en
la construcción de los indicadores. Como señalan Goodin y Tilly:
las
respuestas válidas dependen del contexto en el que se producen los procesos
políticos estudiados… dependen triplemente del contexto, con respecto a las
interpretaciones incorporadas a las preguntas, con respecto a las pruebas
disponibles para responder a las preguntas y con respecto al funcionamiento
real de los procesos políticos. (2006, pág. 6)
Es
decir, tanto en la elección de indicadores como en la agregación y en el
análisis que se haga de sus resultados, se debe considerar la influencia del
contexto, ya que este podría implicar que la realidad recreada en la medición
se aleje de la que se pretende medir. En pocas palabras, el contexto influye en
cierto modo en la formación de las convenciones.
Además
de esta idea de la abstracción y jerarquización del concepto para la
construcción de indicadores e índices, está la validez de estos, que también
está permeada por el contexto. La validez hace referencia a la capacidad que
tiene una medición de realmente medir el concepto que se supone está midiendo. Se
debe entender que, si la operacionalización del concepto está bien hecha, el
constructo se puede medir bien
La
validez de estos indicadores no es posible determinarla de manera objetiva,
pues son “juicios subjetivos los que forman la selección de indicadores
objetivos”
Se
puede establecer que “las cifras siempre van precedidas de un juicio político
sobre qué medir, y nuestras imágenes de la vida política están moldeadas por
las cifras, por las realidades de nuestra sociedad que las estadísticas parecen
revelar” (Mennicken y Espeland, 2019, pág. 230).
Por ende, más allá de la discusión de la validez de los indicadores y los
índices creados, está la idea de que la realidad recreada por las mediciones no
es objetiva, y que su distancia con respecto al objeto que se mide está
influenciada por los criterios subjetivos de quien realiza la medición.
Una
tercera idea ligada con esta de la subjetivación en los procesos de medición es
la de la elección de los modelos matemáticos para la agregación de los
indicadores simples en índices compuestos. Para Goertz (2008), las operaciones
matemáticas deben representar consideraciones teóricas sobre el concepto, lo
que el autor considera la estructura del concepto. Como esta estructura
conceptual está ligada al juicio de quien mide, también estas operaciones
matemáticas son resultados de procesos subjetivos, pese a la supuesta
neutralidad de la estadística como forma de análisis y de recreación de la
realidad.
Junto
a estas ideas en torno a los procesos de medición, aparecen otros elementos que
podrían considerarse “técnicos” que no escapan de la subjetividad de quien
realiza la medición, y que tienen impactos en la realidad que se recrea con la
medición y sus resultados. Estos son los problemas de agregación, la definición
de máximos y mínimos y las “zonas grises”
Este
último tema de las tipologías es de suma importancia en la medición, ya que es
parte de una de las formas de comunicar los resultados, especialmente en el
caso de la democracia; además, permiten la clasificación de los casos, según
los niveles en la medición propuesta. La clasificación es parte vital del conocimiento
científico, sea que las tipologías estén hechas de forma directa en la
construcción del indicador o que existan puntos de corte en una medición
numérica
La
creación de estas tipologías establece un problema epistemológico en tanto
metodológico. Para Sartori (1994), en la medición de objetos sociales es
imposible determinar cut-off points, pues estos “puntos de división, son
arbitrarios, y dejados a la decisión de cada uno” (pág. 38). Resulta un
problema epistemológico, pues implica que existen en la realidad esos puntos de
corte que diferencian los casos y es un problema metodológico, ya que no hay un
criterio unificado que permita determinar cuál es ese punto de corte.
Díaz-Bone
establece que “ninguna clasificación social puede basarse únicamente en
principios lógicos y ninguna clasificación social puede basarse únicamente en
datos empíricos” (2016, pág. 52). En este
caso, la propuesta de Desrosières
es establecer principios de equivalencia en sintonía con las convenciones o
conceptualizaciones de cada objeto, discutido previamente, que serán las que
generen las categorías y clasificaciones y, por ende, podrían orientar las
tipologías, más allá de los puntos de corte. Estas clasificaciones terminan
siendo categorías sociales, que implican un orden del mundo de quienes lo
interpretan, y por lo tanto parte de la realidad recreada por las mediciones.
Diaz-Bone
y Didier (2016) establecen dos argumentos básicos que permiten entender esta
relación entre la clasificación y la construcción de los puntos de corte con
las convenciones. El primero es que las categorías sociales se basan en
convenciones como principios sociales subyacentes y que las convenciones se
interrelacionan las categorías sociales y permiten la arquitectura socialmente
reconocida de las clasificaciones sociales. Por ejemplo, establecer un punto de
corte en 7, más que recrear una categoría natural, es una convención social.
En
el caso de la democracia, la creación de estos puntos de cortes y las
tipologías son vitales, ya que determinan cuáles países son democracias plenas
(The Economist, 2023) o democracias liberales
4.
Conclusión
¿Es posible medir la democracia?
Una
vez discutida la naturaleza del concepto de la democracia y de la medición como
tal, queda responder las dos preguntas a manera de conclusión ¿es posible
medirla? y ¿qué estamos midiendo? La respuesta a ambas preguntas utiliza la
frase trillada para la ciencia política: “it depends”[1].
Toda
medición depende de un concepto, los niveles de abstracción que se haga, los
indicadores elegidos y el procedimiento matemático. Estos elementos
constitutivos de la medición parten de una serie de decisiones subjetivas que
pretenden acercarse a la objetividad, sin necesariamente conseguirlo.
La
discusión sobre la validez de las mediciones de la democracia es inútil, en tanto
que no es posible asegurar que el resultado de estos procedimientos se apega a
la realidad que pretende medir. Esta realidad, en palabras de Mau (2019) se
representa por la realidad que se obtiene del proceso. Son dos realidades que
parecieran diferentes, y que están mediadas por las decisiones que abarcan todo
el proceso de medición.
Entonces,
¿es posible medir la democracia? Esto depende únicamente de su
conceptualización. Si se elige entender la democracia únicamente desde el plano
electoral, o se le agrega más atributos que podrían ser desde una índole liberal,
igualitaria o participativa; entonces, cada una de estas podría ser
operacionalizada en distintos niveles de jerarquización y medida con
indicadores de distinto tipo. Más que pensar en si es posible o no, la medición
depende de estas decisiones, y de ahí la validez que se les otorgue a sus
resultados.
Esta
validez no depende, entonces, de la realidad que pretende medir, sino de las
convenciones que están en torno a la democracia. Las convenciones son las que
determinan si la medición es buena o no, si se aproxima a la realidad o no. En
consecuencia, no es posible pretender que exista ese objeto, sino que
únicamente existe la realidad que se obtiene del proceso de medición, asociada
a la convención establecida.
Y
esto responde a la segunda pregunta ¿qué estamos midiendo? Lo que estamos
midiendo es una convención como tal, por lo que la realidad surgida de esta
debería circunscribirse a esta convención, y no a la democracia como una forma
de autogobierno, más asociada a un valor político. Esta convención que se mide
depende de factores más allá del mismo proceso de medición, como son los ideológicos,
de poder, económicos y culturales. Por ende, la conceptualización de la
democracia y su operacionalización parte de que esta convención es un espacio
de lucha y posee una serie de implicaciones.
Las
implicaciones de la medición en general, y en específico de las clasificaciones
surgidas de estas son vastas e importantes en el entendimiento de la
democracia. Uno de los principales argumentos es que las mediciones justifican el
orden democrático, ya que “los números han pasado a formar parte integrante del
modo en que la democracia se justifica y operativiza como un conjunto
particular de mecanismos de gobierno” (Mennicken
y Espeland, 2019, pág. 230), pero también las mediciones sobre la
democracia permiten la promoción de esta en diversos contextos
Estas
implicaciones fundamentan que los procesos de medición de la democracia sean un
objeto de investigación relevante en las ciencias sociales. Las disputas
sociales y políticas que surgen de la clasificación de los países en
democracias y autocracias, o en democracias plenas e imperfectas tienen
impactos en la calidad de vida de las personas, tanto en sus condiciones
materiales como en elementos de creación de imaginarios en la sociedad.
En
esto radica la importancia de estudiar las mediciones en torno a la democracia.
Es preciso estudiar las mediciones como tal (conceptos subyacentes, indicadores
y modos de agrupamiento), pero principalmente por las consecuencias que tienen
las representaciones surgidas de estas, y las distintas formas de usar los
datos y los impactos y consecuencias que tienen la medición y la clasificación
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* Costarricense,
politólogo y estadista, correo jesus.guzman@mail.udp.cl. Doctorante en Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales e
Historia en la Universidad Diego Portales de Chile. Politólogo de la
Universidad de Costa Rica, profesor de la Escuela de Ciencias Políticas e
investigador del Centro de Investigación y Estudios Políticos de esta misma
casa de estudios. Licenciado en Ciencias Políticas y máster en Estadística por
la Universidad de Costa Rica. Los temas de especialidad son los estudios sobre
democracia, cultura política, opinión pública y estudios electorales.
[1] Eso depende, traducción libre del autor.