PRIMER SEMESTRE 2024 NÚMERO 37 |
ISSN: 1659-2069 |
Contexto internacional de la política
y la democracia electoral 2023-2024: algunos
elementos para el análisis y la reflexión
Manuel Carrillo Poblano*
https://doi.org/10.35242/RDE_2024_37_1
Nota del Consejo Editorial
Recepción: 3 de noviembre de 2023.
Revisión,
corrección y aprobación: 4 de enero de 2024.
Resumen: Existe en la actualidad una debilidad del Estado liberal
de derecho que ha traído consecuencias negativas reflejadas en la desigualdad
económica, injusta distribución de la riqueza, aumento de la violencia
criminal, precarios servicios de salud, política débil o ausente para proteger
el medio ambiente, falta de inclusión, carencia en la impartición de justicia,
entre otros; y, como consecuencia, la mayoría de los países están
experimentando un declive en sus estándares democráticos, sin embargo aún
existe la confianza en la democracia y en su expresión electoral.
Palabras
clave: Democracia / Calidad
de la democracia / Debilitamiento de la democracia / Transición democrática /
Cambio social / Proceso electoral / Legitimidad política.
Abstract: There is
currently a weakness of the liberal rule of law that has brought negative
consequences reflected in economic inequality, unfair distribution of wealth,
increase in criminal violence, precarious health services, weak or absent
policy to protect the environment, lack of inclusion, lack of justice delivery,
among others; And, as a consequence, most countries are experiencing a decline
in their democratic standards, yet there is still confidence in democracy and
its electoral expression.
Key Words: Democracy / Quality of democracy / Weakening of democracy / Democratic transition / Social change / Electoral processes / Political legitimacy.
1.
Siglo XXI: el nuevo cambio de época,
la democracia, la tecnología y la desarticulación
social
Actualmente alrededor de 173 países de los 208 reconocidos ante las Naciones Unidas están experimentando un declive
en sus estándares democráticos.
Esto significa que al menos en 5 campos
de la vida pública se manifiestan algunos retrocesos, a saber: derechos
fundamentales (acceso a la justicia, libertades civiles,
derechos sociales e igualdad); la administración imparcial (ausencia de corrupción); un gobierno
representativo ( elecciones limpias con sufragio efectivo para generar una representación
política legal y legítima); suficientes controles al poder político (poder judicial independiente, poder legislativo efectivo y medios de comunicación autónomos, libres y responsables); y finalmente, garantías para la participación
ciudadana en los temas públicos (democracia directa en distintos campos y garantías
para la participación en elecciones libres)
(Instituto Internacional
para la Democracia y la Asistencia Electoral [IDEA International], 2022, p. 3).
El Estado liberal de derecho
está viviendo una severa crisis existencial y de efectividad. Sin embargo, prevalece
la confianza en la democracia y en su expresión electoral. Para 2024 están programadas 33 elecciones en el mundo: 8 en América, 4 en Europa, 18 en África y 3 en Asia. Estos procesos electorales se llevarán a cabo cuando los principales atributos de la democracia están en riesgo, a saber: la dignidad humana en sus diferentes expresiones, las libertades políticas
y el respeto a la integridad del Estado
de derecho.
A diferencia del proceso de democratización desplegado durante
el último tercio del siglo pasado, alentado
y arropado por un amplio
conjunto de instituciones y fuerzas sociales, el deterioro y desgaste del régimen democrático que hoy vivimos
no ha generado reacciones ni acuerdos articulados para su defensa y preservación. Del optimismo y la esperanza hemos pasado al desencanto
democrático. Se critica con certeza
la ausencia de efectividad de la democracia. Aspiracionalmente, hay un consenso unánime respecto de los ideales y valores que sustentan a la democracia, pero en cuanto
a los resultados esperados existe una enorme frustración. La debilidad
e ineficacia del Estado liberal de derecho trae consigo
graves consecuencias: desigualdad económica, injusta distribución de la riqueza,
aumento de la violencia criminal, precarios servicios de salud, política débil o ausente para proteger el medio ambiente, falta de inclusión, carencia en la impartición de justicia, entre otros.
Las elecciones pierden interés porque los ciudadanos constatan que sus necesidades y problemas lejos de resolverse aumentan. Los exponentes del autoritarismo contribuyen a ese pesimismo, argumentan que la democracia es ineficiente y muy complicada en sus procesos. Esto genera desánimo
y falta de confianza en la democracia.
¿Cómo es que llegamos a esta situación? Las respuestas son muy variadas y diversas. La problemática de la crisis de la democracia y del Estado liberal de derecho
es pluricausal y multidimensional. Más adelante se apuntarán
algunas consideraciones al respecto.
2. La erosión ética de
la democracia
La democracia como concepto general y en su aplicación particular se ha vaciado
de su contenido ético. Durante
el último tercio del siglo pasado y la primera década
del presente hubo
un impulso integral
para arribar a regímenes democráticos.
El antecedente inmediato eran los regímenes autoritarios o dictatoriales que reprimían
las libertades políticas y civiles a favor de una élite en el poder o de un dictador.
Para revertir esta situación
hubo varias acciones que en forma conjunta apuntaron hacia regímenes democráticos. Hay un agotamiento de los regímenes autoritarios. No solo en lo político, sino también en lo económico
y lo social.
La pluralidad social y política
demandaba nuevos espacios de libertad y expresión política. Una de ellas ocupó un lugar destacado: elecciones libres, transparentes y periódicas. El escenario
estuvo acompañado por un impulso internacional a favor de este proceso democratizador: la ONU, la OEA, la Unión Europea y la Unión Africana, entre otros. También
impulsaron este proceso tanques de pensamiento tanto de Estados Unidos como
de Europa y América Latina. Igualmente,
hubo un acompañamiento intelectual por parte de universidades, centros de investigación
y reflexión que hicieron
importantes contribuciones intelectuales al respecto.
Un actor de relevancia en este sentido fue el liderazgo
que impulsó el entonces papa Juan Pablo II a favor de las libertades políticas y la democracia sobre todo en Europa
Central y del Este. El movimiento democratizador se vio fuertemente
impulsado al hacer colapso el socialismo real en 1989-1990. La democracia tenía contenidos fundamentales que la empoderaron en casi
185 países de todo el mundo. El eje fundamental estaba en la recuperación y ampliación del concepto de dignidad humana que implicaba la libertad, la igualdad y los mismos
derechos para todos sin discriminación.
Sobre estos
principios se impulsó la marea democratizadora en el tema electoral. No solo se fomentó la realización de elecciones libres, periódicas y justas en un ambiente
de libertad y respeto al sufragio para crear una representación
política soberana, sino, además,
hubo una movilización social nacional e internacional para tener observación electoral imparcial y profesional.
Sin embargo, todo ello fue abandonándose. Parecía que las elecciones libres y justas por definición darían resultados positivos en todo un abanico
de necesidades económicas y sociales. Que las elecciones democráticas eran de una vez y para siempre
y que la efectividad en el ejercicio del poder vendría
por sí misma.
Fracaso en la mayoría
de las políticas públicas tendientes a solucionar problemas de pobreza, desigualdad, empleo, salud,
seguridad, medio ambiente, educación, cambio climático, racionalidad en uso de energías no renovables, migración
entre otros.
Las elecciones se fueron haciendo cada vez más eficientes en su organización y conducción, sobre todo a partir de la primera década del siglo XX. Se avanzó considerablemente en métodos
y procedimientos, leyes y reglamentos, materiales electorales y se
fortalecieron los órganos electorales independientes, pero se hizo caso omiso de la educación permanente en y para la democracia.
Sin embargo,
hay dos fenómenos que
afectaron la democracia electoral en su sentido
ético y humanista: la transformación
tecnológica, su impacto en las comunicaciones sociales y la mayor complejidad social y política para disputarse
el poder. De 2010
a la fecha, 2023, la transformación
en las tecnologías de la información ha cambiado radicalmente las relaciones sociales e impactado de manera sustantiva a la democracia electoral.
La globalización de estos avances tecnológicos nos permitió
estar más conectados en todo el mundo,
pero no más comunicados. Hay una concentración del individualismo y del
inmediatismo. Esto ha traído consigo
la ausencia del diálogo y el encuentro entre los ciudadanos, cuando esto conforma la esencia fundamental
de la democracia. Por lo
tanto, no hay cohesión
social para enfrentar los problemas comunes
que como sociedad
tenemos.
La democracia electoral se ha atrofiado desde el punto de vista ético y
moral. Ante el avance tecnológico y la enorme complejidad social
y política, se ha vuelto instrumentalista y ha erosionado los principios de la democracia cuyo eje es la dignidad humana. La política se ha reducido a la búsqueda del poder por el poder, vaciando de contenido sus principios humanistas, como la inclusión, la tolerancia
y los acuerdos fundamentales para la solución de controversias sin el uso de la violencia.
La efectividad de las elecciones del viejo cuño ya no alcanza para conducir limpia y equitativamente las elecciones. Hay una
aparición masiva de partidos políticos que curiosamente debilita al sistema de partidos. Los mecanismos de financiación
de los partidos y la política se vuelven muy complejos y difíciles
de controlar. Hay una incapacidad institucional para detener
el financiamiento procedente de fuentes ilícitas. Estos aspectos
técnicos más la ausencia de contenidos éticos en la política y la democracia electorales desdibujan la verdad jurídica
y humanística. La dignidad humana pasa a la esfera del relativismo, cuando es el punto de referencia de la construcción
democrática.
Está pendiente rehabilitar a la política
y al Estado de derecho
bajo la convicción de que hay verdades
irrenunciables como la dignidad humana, la libertad, la igualdad, la seguridad, el derecho
a la vida para mantener un horizonte donde todos podamos
convivir sin violencia. Estos principios son los que
darán sentido al derecho a las disputas por el poder, a la tecnología y a la administración electoral.
3. La nueva época y el
recambio mundial
No estamos viviendo
cambios en la época. Asistimos al nacimiento de una nueva época. Hay cambios
de paradigmas en las relaciones internacionales y en la dinámica interna
de nuestros países y sociedades que alteran
las conductas ciudadanas. Las sociedades en democracia son más libres, demandan respuestas efectivas del Estado
liberal democrático y sus instituciones, pero este no alcanza a satisfacer esas demandas ante la sobrecarga de responsabilidades e ineficiencias en su desempeño.
En estos últimos
30 años la capacidad administrativa del Estado y la cultura
ética de la democracia fueron abandonadas, ignoradas o minimizadas para vivir hoy día un desencanto democrático. Este desencanto es muy complejo y variado, no es monocausal. Se apuntan
algunas reflexiones sobre el contexto político
en que se están dando los procesos electorales en el mundo.
4. El Estado liberal, la
economía y la política
El siglo XXI está caracterizado por el debilitamiento del Estado de derecho. La dimensión económico-financiera de características trasnacionales tiende a predominar sobre la política. La globalización fue de alguna manera legalmente pactada, no solo en lo económico, sino también en
el comercio, los derechos humanos, la resolución
de controversias, el cambio
climático, entre otras. Sin embargo, se impuso una globalización no regulada, la del anarcocapitalismo en los flujos financieros al margen
del poder de los Estados
nacionales y del derecho.
En esta globalización sin reglas determinadas y al margen de los Estados nacionales y de los organismos internacionales, se genera una distorsión. Estas decisiones de política económica se toman en centros financieros internacionales, las cuales son impuestas a los Estados nacionales quienes tienen a su vez que aplicarlas en el interior de sus países. Por lo tanto, los gobiernos locales enfrentan los legítimos reclamos
sociales que contradicen las promesas de campaña; es decir, ajustes
en las tasas de interés, déficit
gubernamental, niveles de endeudamiento, entre otros. Aquí es donde
la política se subordina a los dictados de la economía. El derecho
no regula estas decisiones de política
económica, las administra. En cambio,
sí regula a la política.
Las crisis financieras, muy destacadamente la de 2008 en los Estados Unidos, tienen una repercusión mundial
y para paliar las situaciones, los centros financieros
recurren a los Estados nacionales. Estos enfrentan
una disyuntiva: rescatar a los bancos nacionales y al sistema financiero o apoyar las políticas sociales en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
La intensificación del
comercio y de la globalización en estas condiciones aumentaron las desigualdades de renta y de riqueza. Esto ha generado un descontento de la población
con la democracia y con las expectativas de mejora que prometieron los políticos durante
sus campañas. Este abandono del Estado de bienestar en función del anarcocapitalismo, que trajo mayor privatización y desregulación de la economía, ha sentado
las bases para el surgimiento del populismo de izquierda o de derecha,
con la promesa de salidas
fáciles y con un perfil
antidemocrático alejados de la ley y de los principios del Estado de derecho, lo cual explota el malestar de la población con la política y con la democracia.
5. El Estado de derecho,
la tecnología y la política democrática
En los
últimos 10 años
hemos asistido a una revolución digital como no se había experimentado durante
todo el siglo pasado. Las tecnologías de la información están teniendo
nuevos y relevantes impactos
en la vida social y política
de nuestros países y en las relaciones internacionales. Si bien la democracia enfrentaba el desafío de los medios de comunicación, particularmente los electrónicos, en los procesos electorales había cierta regulación para mantener la equidad en la competencia política y garantizar la libertad de expresión. Ahora el desafío para la democracia ante la presencia de las redes sociales en la política es monumental.
En primer lugar,
los gigantes tecnológicos se han globalizado de manera anárquica sin regulaciones a nivel nacional
y mundial. Esta es la otra globalización sin reglas. Las campañas
electorales han pasado de los mítines y concentraciones en plazas públicas
al uso de las plataformas digitales para
promover su oferta política. Las redes sociales
se han empoderado de un espacio público sin regulaciones al respecto. Está el debate
abierto sobre todo por
el tema de la libertad
de expresión.
Sin embargo,
las redes sociales
han puesto un desafío para la democracia electoral. La equidad
en la competencia y la transparencia en el financiamiento por el uso de las redes sociales. Gran desafío para
las autoridades electorales del siglo
XXI.
Otro relevante reto para
la democracia ante la presencia de las redes sociales en la política y las elecciones es el tema de las noticias
falsas, la guerra sucia
y los linchamientos digitales. ¿Quién
tiene la verdad? En contextos
de polarización política, de fragmentación social y debilitamiento del Estado, las redes sociales asumen un papel político y social relevante que no está regulado. Prevalece
la verdad líquida. Enorme reto para los organismos electorales que son quienes definen la verdad jurídica y anuncian los resultados electorales de acuerdo
con sus cómputos limpiamente organizados.
En las campañas electorales los actores
políticos están disputándose la representación
política soberana.
Esto corresponde al espacio público el cual debe tener una normativa
por parte de los organismos electorales, quienes
resuelven las controversias con base en la verdad jurídica.
La política no debe estar sometida
a la economía, a la tecnología
o al
paradigma eficientista de la tecnocracia. Necesitamos una política que piense
con sentido amplio y visión de Estado, que pueda promover reformas legales e institucionales que permitan
promoverlas en clave democrática y acotar las presiones de inercias deformantes de los poderes fácticos.
Esto no se le puede pedir a la economía ni a la tecnología. Es papel y responsabilidad
de la política democrática.
6. Banalización de la
política y de las instituciones representativas
Otro factor que contextualiza los procesos electorales por venir está en el cuestionamiento de las instituciones representativas, a saber: los parlamentos, los gobiernos y los partidos políticos. En otro apartado está el deterioro de las instituciones
electorales. En un estudio publicado por la Universidad Complutense de Madrid, se expone el deterioro de estas tres instituciones: en promedio, la aprobación de gobiernos oscila en un 46%, la confianza en el congreso en un 27%, en los partidos políticos en un 19% y en la autoridad electoral en un 38%.
Este cuestionamiento a las instituciones representativas también tiene varias causas. Están
las fallas en el ejercicio del poder que
se incrementan con una mayor complejidad de la vida pública. Se complica de manera significativa la respuesta efectiva del gobierno
ante la revolución de expectativas ciudadanas. Crece la decepción
por la política y los políticos. Se dice “la democracia y sus representantes no cumplen
con lo prometido”.
La política se ha banalizado, la han degradado
los propios políticos por la disputa feroz
por el poder, y ha
encontrado una ciudadanía que
aprueba el uso del lenguaje peyorativo. Los partidos
ante sus reacciones de corto plazo para ganar elecciones han convertido la contienda
en un marketing político, sustituyendo
la discusión programática e ideológica. Han reclutado
a gente famosa o líderes carismáticos, pero no profesionales en y para
la política. El objetivo es ganar
elecciones dejando de lado la formación de cuadros,
la educación política y la formación ideológica en clave democrática.
Los partidos, piezas clave en el Estado
de derecho, se convierten en actores privilegiados de la partidocracia lo que
aumenta la desafección
por los partidos y acelera
su corta vida. Vivimos una crisis del sistema de partidos y de la política moderna, vacía
de contenidos y cada vez con más liderazgos populistas de corte antipolítico y antidemocracia.
La falta de resultados para atender
necesidades sociales, derivados de la falta de efectividad de los gobiernos democráticamente electos, contribuye a crear las condiciones para que líderes populistas asalten
el poder político. Se observa una
clara ausencia de compromiso y convicción con la democracia y falta de responsabilidad
política.
Algunos de los titulares del poder ejecutivo que accedieron al poder con prácticas democráticas avaladas por organismos electorales independientes, faltando a la lealtad jurídica, política y democrática, están o han intentado
capturar a los organismos electorales. Se ha estado construyendo
una narrativa de que son muy caros o que facilitan el fraude electoral en tanto
pierde su partido.
La transición democrática estuvo acompañada por el trabajo serio y profesional para edificar organismos electorales independientes y autónomos. En este contexto político de la democracia en riesgo, desde el poder, se intenta cooptar o desprestigiarlos con una clara intención
de apropiarse del órgano
electoral.
7. El discurso político,
racionalidad e indiferencia
Los nuevos liderazgos y su narrativa
constituyen otro factor
de contexto para nuestras elecciones.
El discurso político
de odio y confrontación por parte de los líderes populistas busca la polarización que rinde frutos políticos a corto plazo.
El discurso de ideas, visión y estrategia ha venido a ser sustituido por la narrativa de confrontación, ataques y de acusaciones al adversario político. El líder
populista se autoproclama el salvador, independientemente de los resultados empíricamente comprobables.
Este político populista se hace encarnar
como la solución, con lo que los políticos tradicionales y
corruptos se consideran puro vis a vis. El quehacer político y su discurso tiene que ver con las emociones, los juicios de valor, los insultos más que con la razón y la discusión de los complejos problemas sociales y políticos.
Los liderazgos democráticos,
los menos, erosionan rápidamente su capital político, tal es el ejemplo de Gabriel
Boric en Chile, de Gustavo Petro en Colombia y Joseph Biden en EE.
UU. Nuevamente se presentan los reclamos sociales ante la inefectividad democrática.
El papel de las redes sociales ha sido muy importante por la velocidad de transmisión de mensajes y noticias.
Además del cúmulo
de información, es difícil jerarquizarla y analizarla de tal manera
que permita un debate
razonado. Vivimos en el aquí y el ahora de manera permanente. El uso de las emociones en el campo político
rinde frutos inmediatos. Pierde
valor el uso de la razón y el análisis reflexivo.
El discurso que polariza
y excluye al otro es el utilizado en las campañas electorales, pues capitaliza la indignación de los votantes ante
los candidatos y los partidos políticos. A la premisa de tener elecciones libres y
transparentes para acceder al poder
en forma legal a través de una autoridad
electoral independiente, ya no le alcanza la legitimidad para garantizar la aceptabilidad de la derrota y evitar protestas poselectorales.
El tema no es de realidad, es de manejo emocional independientemente de la verdad jurídica. Hay ejemplos en nuestro continente que han acaecido
en estos últimos 3 años. El discurso del fraude electoral antes de las elecciones y sin prueba alguna constituye solo un rasgo de este nuevo contexto. Este discurso
se extiende
después de la jornada electoral
para desacreditar
el proceso y no reconocer al vencedor, lo que
aumenta la polarización e incita
a la violencia.
También, en otros tiempos
se decía “que en las elecciones gane el opositor
y por mucho para evitar conflictos poselectorales”. Ya no es suficiente. Elecciones limpias y profesionalmente
administradas es la condición necesaria e indispensable, pero insuficiente en estos tiempos
ante la presencia de líderes populistas que defienden
su verdad y atacan la verdad
jurídica.
Esta narrativa no se da en el vacío.
Hay un tejido social que la arropa. Vivimos
una profunda
transformación social, cultural y moral. Hay una especie de deshilachamiento social. Existe poca cohesión social. Prevalecen grupos cerrados y fragmentados donde lo importante es lo suyo y nada más. También
se ha globalizado la indiferencia y falta
de solidaridad social.
El anarcocapitalismo nos ha vuelto más individualistas e indiferentes al dolor de otros. La pandemia
nos dio un ejemplo de esto.
Ante un problema global, países de mayor
desarrollo económico
reaccionaron individualmente para socializar la vacunación.
Los organismos internacionales estuvieron muy cortos en sus convocatorias. Se movilizaron más ante la crisis inmobiliaria de 2008. El otro caso es la invasión de Rusia a Ucrania, salvo declaraciones y posicionamientos del bloque occidental sobre este penoso hecho para la democracia y la paz mundial,
el resto del mundo parece
haberse encogido de hombros colectivamente.
El mismo patrón
de conducta parece
repetirse en el conflicto
entre Israel y Palestina iniciado el pasado
7 de octubre de 2023. Se observa la clara
limitación que tienen los organismos y la
comunidad internacional para detener la masacre que está presentándose en esa región, ante
la respuesta que Israel
dio a la violencia iniciada por el grupo Hamas.
8. Cooperación
internacional fragmentada en época democrática
Durante el proceso democratizador iniciado en la década de los 70 del siglo pasado, se tuvo un fuerte impulso internacional proveniente de organismos internacionales como la ONU, la OEA, la Unión Europea, además de apoyos del Banco Mundial, Banco Central Europeo.
Hubo también una significativa producción intelectual por parte de los principales centros de investigación y educación superior
en el mundo. Distinguidas aportaciones hicieron intelectuales como Samuel Huntington, Robert Pastor, Juan Linz, Guillermo O’Donnell,
Alfred Stephan, Lawrence
Whitehead, Edward Gibbson, entre otros.
Todos ellos hablaron
con optimismo sobre la democracia. La comunidad internacional se volcó para apoyar
los procesos de transición en América Latina, Europa central
y del Este, Asia y África.
Hubo un acompañamiento de orden ético y moral por parte de la Iglesia católica
a favor de las libertades, la dignidad humana y la paz.
Hoy día los títulos de los libros sobre la democracia giran sobre el desencanto democrático, cómo mueren las democracias, las crisis de las democracias, así termina la democracia, el gran retroceso, el fin de la democracia, entre otros.
Los procesos de transición y consolidación democrática de los últimos 40 años estuvieron concentrados en cuidar la legitimidad de origen, es decir, tener elecciones libres, transparentes, equitativas y periódicas. Sin embargo, no hubo la misma atención y acompañamiento político-intelectual en la cultura y educación para vivir en democracia.
Hay aspectos de otro orden
que erosionaron a la democracia como
el de la falta
de efectividad. Pero la carencia de acompañamiento en la cultura de la legalidad y la defensa del estado liberal-democrático han facilitado el debilitamiento de la democracia.
La democracia
es un régimen de gobierno que tiene una superioridad humanística sobre las
otras formas de gobierno. Sin embargo, no
tuvimos la compañía intelectual, ética y moral para cuidar
y mejorar la calidad de la democracia. Lo que está en duda es la capacidad de operación
y su efectividad. El discurso autoritario apunta hacia promesas y supuestos resultados. Aún están por verse sus consecuencias, pero hay campo
fértil para que este tipo
de discurso penetre
en las sociedades.
La desigualdad económica, la cultura adversa hacia la democracia, la corrupción de los gobernantes y la sobrecarga de demandas al gobierno aumentan el pesimismo y desencanto por este régimen de gobierno. La falta de efectividad de la democracia también
se debe al escaso o nulo apoyo en materia
científica para mejorar la gestión gubernamental. Los amplios
campos de acción del
gobierno requieren
especificaciones y mecanismos de operación altamente
profesionalizados. Si bien los gobiernos nacen con una legitimidad de origen, la pierden
o se reduce significativamente en el ejercicio del poder dada la falta
de profesionalismo y conocimientos en la gestión pública.
Asimismo, ha hecho falta una discusión política con sectores sociales, legisladores y representantes de partidos para definir los alcances
de la política pública, fijar objetivos y plantear eventuales resultados. Esto se hace a través de la política
del consenso, de la discusión, del acuerdo,
y no como resultado del insulto, la mentira y el ataque
al otro.
Todos estos elementos podrían
formar parte del fortalecimiento del Estado liberal de derecho que por definición es humanista, que respeta libertades, diferencias y da resultados. No todo es organizar elecciones. Es igualmente importante la gestión pública en una sociedad mucho más compleja, informada, polarizada y desencantada
con la democracia. Necesitamos un conocimiento experto y un compromiso ético en el personal público que actúa en la administración
pública.
9. Nueva época en
nuestro mundo. Erosión de la cohesión social
Se está generando un nuevo orden mundial. La invasión
rusa a Ucrania
y el fortalecimiento militar de China avizoran un nuevo reacomodo
de la geopolítica. Un nuevo factor en el contexto internacional que impactará de manera relevante el nuevo
orden político es la guerra entre Israel
y Palestina que inició el pasado 7 de octubre
de 2023 con el acto terrorista del grupo Hamas
en Israel. La invasión rusa ha sido
uno de los eventos más negativos
en las relaciones internacionales después de la Segunda Guerra Mundial. China cuenta ya con la flota
naval más grande
en el mundo, su fuerza aérea ocupa
el tercer lugar
y está involucrado en la construcción de misiles y en la guerra por el ciberespacio.
En materia de defensa, los Estados Unidos de Norteamérica están tratando de rearmar alianzas regionales con Japón, Corea del Sur, Filipinas y Tailandia, para contrapesar la presencia de China. En sistemas de inteligencia están aliados con Australia, Gran Bretaña, Canadá y Nueva Zelanda. Igualmente,
están en alianza
estratégica con Japón, Australia e India, en el campo de la investigación
sobre posibles nuevas epidemias y su combate.
La India es ya el país con la mayor población en el mundo, 1400 millones de habitantes, el
cual supera a China. La India jugará un importante papel en la geopolítica mundial por sus vínculos con China, pero, sobre todo, con los Estados Unidos de Norteamérica quienes han afirmado
que constituye su prioridad estratégica en la relación bilateral.
La invasión
rusa
ha
producido dos reacciones en el mundo: por un lado, en el frente occidental la OTAN ha cerrado
filas para tratar de apaciguar a Rusia perfilando el ingreso de Finlandia y Suecia como nuevos miembros. Por otro lado, el llamado a la solidaridad con Ucrania no existe. La guerra en Europa ha puesto
de relieve un activismo
de nuevas potencias medias en el proceso
de reconstrucción del nuevo orden internacional. En esta línea, se podría
mencionar a Sudáfrica, India, Corea del Sur, Alemania, Turquía, Arabia Saudita, Brasil e Israel.
Para los años 2023 y 2024 el sistema internacional apunta hacia una incertidumbre radical en un entorno de continua innovación, reformas, fenómenos naturales -incendios, megatormentas-, movimientos masivos de migrantes y refugiados, inflación, crisis energética y, eventualmente, más pandemias.
10. Consideraciones
finales
Desde finales del siglo
XVIII la democracia dejó de ser un ideal para convertirse en un postulado político. Es el compromiso humanístico de los espíritus modernos. Dicho compromiso en su evolución
histórica no ha sido ni fácil ni lineal. Ha habido importantes avances y retrocesos.
La democracia como idea es universal, como realidad
es particular, propia de la construcción
política de cada país de acuerdo con su pasado histórico, su cultura, la correlación de fuerzas y el fin hacia donde se dirige.
Vivimos tiempos complejos. Somos testigos del nacimiento de una nueva época y de un nuevo orden internacional. Es el momento del cambio, de revertir
estas tendencias contra la democracia. Este año celebramos el 75 aniversario de la Declaración
Universal de los Derechos
Humanos. Está pendiente la reactivación de los principios de la carta: la libertad, la justicia y la paz que tienen
su base en el reconocimiento de la dignidad humana. Derechos iguales
e inalienables.
Hay muchos frentes abiertos para defender la democracia. No todo se puede y se debe. Pero es momento
de la transformación fragmentaria. Cada país, cada partido y cada gobierno definirán las prioridades de su agenda de reconstrucción
democrática.
A decir de Bernard Crick (2001), es el momento de la política, cuya esencia está en conciliar intereses para superar
divergencias, para resolver contradicciones; es un método que por las ideas y su confrontación razonada permite avanzar
en la paz y en el derecho.
Es con la acción política constante como puede cambiarse la sociedad. Hay rumbo:
la democracia como destino
de la humanidad en un proceso de perfeccionamiento de lo posible sin perder de vista lo deseable.
La política del Estado liberal de derecho es inclusiva, pacífica y racional. Únicamente los anclados en lo elemental piensan
que se puede hacer política
sin ideas e ideales. La política
en su esencia es una actividad cultural. El hombre,
con sus ideas y anhelos, su vocación, su palabra y su razón,
busca transformar realidades, modelar
hechos y concretar ideales. Es tiempo de la política transformadora a través de reformas, tan profundas y graduales como cada realidad
específica lo permita
y lo demande.
Sin embargo, no todo es un asunto de leyes y de consensos, hay que imprimir
a las normas el respaldo superior de su cumplimiento y la cultura para lograrlo. No habrá cambios perdurables para perfeccionar nuestras democracias sin una cultura
que la arraigue
y una moral que la defienda.
El populista cree que todo es fácil y todo lo anterior
es un fracaso. Desprecian
la ciencia y la grandeza
de los avances políticos
en cada país. Engañan
con esperanzas quiméricas. En cada uno de nuestros países tenemos experiencias exitosas de reformas y transformaciones. Recuperar
la historia nos permitirá ubicarnos en un espíritu de construcción
política y social para emprender
una de las tareas más difíciles que puede hacer un auténtico
político: refundar
instituciones y leyes para transformar a los hombres.
Referencias
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* Mexicano, abogado, correo manuelcarrillopoblano@gmail.com. Fue Coordinador de Asuntos Internacionales del
Instituto Nacional Electoral de México de 1993 a 2022. El presente artículo fue
elaborado con base en el documento original desarrollado a petición de IDEA
Internacional y presentado en el marco del Programa General de Elecciones.